Enseñanza del idioma japonés en Japón depende en exceso de los voluntarios

 

Las “aulas japonesas” (gratuitas o de bajo costo) son los únicos espacios de aprendizaje de los que disponen muchos extranjeros en Japón que no dominan el idioma.


En 2021 había alrededor de 1.350 aulas (que reciben apoyo del gobierno japonés) donde estudiaban aproximadamente 48.000 extranjeros, según la Agencia de Asuntos Culturales.

De las 23.700 personas que enseñan, la gran mayoría, 18.750, son voluntarios.

La estadística revela la escasez de profesores, gente especializada en la enseñanza de la lengua japonesa, y la excesiva dependencia de personas que si bien ofrecen su tiempo y sus mejores intenciones, no son profesionales de la enseñanza.


En declaraciones a Kyodo, Reiko Hayashikawa, representante de la Red de Voluntarios de Tokio Nihongo, advierte de que hay límites para lo que una persona sin capacitación puede hacer.

“Los voluntarios no son maestros”, subraya Hayashikawa.

Por ello, opina que denominarlas “aulas japonesas” no es correcto porque no se ajusta a lo que ofrecen.


En la práctica, las clases, más que brindar una lección formal, son espacios donde los extranjeros comparten sus preocupaciones sobre su vida en Japón y aprenden cosas sobre el idioma muy básicas (palabras, frases de uso cotidiano, etc.).

En Tokio hay alrededor de 300 aulas (gratuitas o que solo cuestan 100 yenes (0,75 dólares) por sesión).


Dicho sea de paso, la diferencia con una escuela de enseñanza formal y a tiempo completo del idioma es abismal: la matrícula para un año de estudio en Tokio suele costar entre 700.000 y 1 millón de yenes (5.300-7.500 dólares)

Pese a que el gobierno de Japón promueve la existencia de las aulas, en 2021
el 46 % de los municipios japoneses, que albergaba a alrededor de 178.400 residentes extranjeros, no ofrecían clases en absoluto.

Por ello, Hayashikawa pide que los gobiernos locales asuman mayor responsabilidad en la enseñanza del idioma japonés.

El problema no es solo la escasez de profesores, sino incluso de voluntarios.

Haruo Fukushima, de 94 años, director de un aula japonesa en Adachi, Tokio, revela que muchos de los voluntarios del grupo que encabeza tienen 60 años o más y que es difícil encontrar gente nueva.

“Hemos intentado reclutar a jóvenes incluso en universidades locales, pero es difícil pedirles que trabajen gratis”, dice.

Uno de los alumnos del aula es Zhang Tianwang, un trabajador chino de 36 años, para quien el grupo es valioso. “En el trabajo, casi no hablo japonés con mis colegas, así que trato de venir aquí siempre”, dice.

Otros, sin embargo, como la estadounidense Katelind Ikuma, al final optaron por asistir a clases de lengua japonesa formales porque las del aula japonesa eran “al azar”.

Además, muchos de los voluntarios, cuando se enteraban de que ella habla inglés, querían practicar inglés con ella en vez de enseñarle japonés.

2,96 millones de extranjeros residen en Japón, según cifras de la Agencia de Servicios de Inmigración de junio de 2022. (International Press)

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