Eiichi Shinohara, el budista que consuela a las víctimas de estafas que consideran suicidarse

Eiichi Shinohara (soudannet-kaze.jp)

En 2014, una mujer octogenaria recibió la llamada telefónica de un hombre que, presentándose como un empleado de banco, le dijo que había ganado una lotería en el extranjero por un monto de 300 millones de yenes (2,75 millones de dólares).

Uno de sus parientes tenía entonces una empresa con problemas financieros, así que la mujer pensó que podría ayudarlo con el dinero.


El hombre le dijo que para cobrar el premio, la anciana tenía que pagar una comisión de 10 %.

La mujer mordió el anzuelo. Al dolor de perder una gran cantidad de dinero se sumaron los reproches. La anciana se deprimió cuando su hijo la culpó de la pérdida de la plata tachándola de codiciosa.

Posiblemente la mujer nunca se libere por completo del dolor, pero al menos ha encontrado consuelo en un sacerdote budista de 74 años llamado Eiichi Shinohara.


Asahi Shimbun reproduce un diálogo entre ambos:

-Se lo ruego, por favor, deje de culparse -dice Shinohara.
-Mis hijos y mis hermanos solo hablan mal de mí. Es mi culpa que… -replica la anciana.
-No es su culpa, se lo digo.
-Bueno, no lo sé…

Shinohara aconseja y brinda soporte emocional a los ancianos que han sido víctimas de estafas y se culpan a sí mismos por haber sido engañados. Tan mal llegan a sentirse que incluso consideran la posibilidad de suicidarse.


Cuando la mujer octogenaria supo de Shinohara lo llamó y le preguntó si conocía alguna forma indolora de morir. Desde entonces el religioso la apoya. Pese a su ayuda, la mujer aún no ha conseguido estabilizarse mentalmente.

Hace siete años, Shinohara, que trabaja como sacerdote principal en un templo budista en la prefectura de Chiba, comenzó a recibir pedidos de ayuda de víctimas de estafas que pensaban suicidarse.


Shinohara ha ayudado a personas como el anciano que fue engañado por un estafador que le hizo creer que su nieto necesitaba dinero después de supuestamente haber perdido plata de la empresa para la cual trabajaba en una apuesta.

O como la mujer a la que estafaron diciéndole que la empresa de su hija y su yerno se estaba yendo a la bancarrota y que necesitaban dinero.

Hubo un caso extremadamente doloroso. Una persona que cayó víctima de una estafa se suicidó, y un pariente que la había regañado, superado por la tristeza (y seguramente por el remordimiento), también se suicidó.

La policía de Tokio registró un par de casos con consecuencias fatales.

En enero del año pasado, una mujer septuagenaria perdió aproximadamente 1,4 millones de yenes (12.857 dólares) en una estafa de transferencia de dinero. La anciana fue encontrada muerta unas dos semanas después. Se había suicidado. La estafa la sumió en la depresión.

A veces una estafa puede no causar un suicidio, pero sí contribuir a la muerte de una víctima.

Una mujer, también septuagenaria, murió repentinamente una semana después de que perdió cuatro millones de yenes (36.735 dólares) en una estafa. La policía de Tokio cree que el estrés provocado por el delito pudo haber influido en su fallecimiento.

El religioso declara a Asahi que las víctimas terminan siendo engañadas porque son muy bondadosas (los estafadores se suelen hacer pasar por un pariente, generalmente un hijo, en apuros) y pide que sus familiares no las culpen.

El aislamiento en el que viven muchos ancianos los hace vulnerables a las trampas.

«Ellos siempre se sienten solos, como si hubieran sido abandonados por sus familias y por la sociedad. Por eso reaccionan a las llamadas telefónicas fraudulentas, contentos de que finalmente puedan ser útiles para alguien”, dice.

Por eso, enfatiza, no alcanza con advertir a los ancianos de que sean precavidos. Hay un problema social de fondo que no se soluciona con recomendaciones o alertas. (International Press)

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