Pobreza, bullying y desesperanza en las escuelas japonesas

 

Historias de niños que no pueden llevar una vida normal


Estudiantes

Un estudiante en Japón puede ser víctima del bullying por varios motivos. Uno de ellos es la pobreza. Una adolescente de 14 años, que estudia en una escuela en Yokohama, tiene dolorosos recuerdos de sus años en primaria, cuando no tenía dinero ni amigas.


Yomiuri Shimbun cuenta su historia.

Cuando sus padres se divorciaron, la chica se mudó con su mamá (45) de la prefectura de Miyagi a Yokohama, cerca de la casa de sus abuelos maternos. Estaba en cuarto de primaria.

Su mamá consiguió un trabajo a medio tiempo en un supermercado, pero solo ganaba 100.000 yenes (961 dólares al cambio actual) mensuales. Madre e hija vivían en un apartamento con dos habitaciones y sin baño. Si querían asearse, tenían que ir a un baño público. No había dinero para comprar muebles y el apartamento era un desastre.


Con el afán de ser aceptada por sus compañeras de clase, la niña invitó a algunas a su vivienda. Al descubrir que vivía en un apartamento sin baño ni muebles, comenzaron a marginarla.

A menudo la rechazaban abiertamente. Le decían “Vete” o “No me hables”. Se burlaban de ella diciendo que olía a sudor o que era pobre.


La chica se bañaba cada dos días, incluso en verano, porque el baño público estaba lejos de su vivienda. Cuando no podía bañarse se lavaba el cabello en el lavabo de la cocina y se limpiaba el cuerpo con una toalla mojada.

La niña tenía miedo de relacionarse con los demás y no le contaba nada a su madre, que recién se enteró de que las cosas andaban mal cuando su hija comenzó a negarse a ir a la escuela.

La situación mejoró cuando ambas se mudaron a un nuevo apartamento (con baño) y la niña entró a secundaria. Ya no es víctima de bullying, pero las heridas no han cerrado. «Me odio a mí misma. Tengo miedo de hablar con la gente”, le dice a Yomiuri.

“NO HAY NADA QUE QUIERA HACER”

A fines de junio, en Osaka, un adolescente de 15 años se retiró de una escuela vocacional tras asistir solo dos días. Cuando su madre le preguntó por qué, el chico contestó con amargura: «Es demasiado tarde para empezar a estudiar». Y tiene solo 15 años.

Sus padres se divorciaron cuando era un estudiante de segundo grado de primaria. La madre (46) trabajaba en una fábrica hasta 9 o 10 de la noche para mantener a sus tres hijos. Tras retornar a casa, la sacrificada mamá apenas tenía tiempo para ocuparse de los dos menores, así que su trato con el mayor se limitaba a frases como “Come”, “Báñate” o “Vete a la cama”.

El chico comenzó a albergar resentimiento hacia su madre, alimentado, además, porque ella no podía comprarle ropa, juguetes o videojuegos debido a que no le alcanzaba el dinero.

Cada vez menos interesado en los estudios, el niño se fue rezagando con respecto al resto de estudiantes.

En quinto grado su situación mejoró gracias a una profesora que logró que se interesara nuevamente en los estudios. Sin embargo, en sexto grado, con otro profesor, volvió a perder las ganas de estudiar.

Al culminar la secundaria, por sugerencia de su madre ingresó a una escuela vocacional. Al darse cuenta de que estaba en clara desventaja con respecto a los demás porque no podía multiplicar o dividir bien, decidió desertar. Le perdió el interés a todo. “No hay nada que quiera hacer”, dijo entonces.

Hoy, su madre lamenta no haber podido proporcionarle un ambiente adecuado a su hijo para que pueda estudiar. “Mi corazón se quiebra cada vez que pienso en el futuro de mis hijos. Me gustaría poder empezar mi vida en todo», confiesa la atribulada mamá.

PRIVACIÓN

Los expertos en educación e infancia utilizan el término privación para referirse a situaciones en las que los niños no pueden llevar una vida normal debido a la pobreza.

“La privación provoca que los niños pierdan confianza y esperanza en el futuro, lo que los lleva a rehusarse a ir a la escuela y a tener una conducta problemática”, explica el profesor  Ryu Michinaka, de la Universidad de Estudios Internacionales de Kansai, a Yomiuri.

«Es difícil para los niños hablarles a sus padres sobre el sufrimiento y los problemas causados ​​por la pobreza. Es importante dejar que los estudiantes hablen de sus problemas y aligerar su carga, aumentando el número de consejeros en la escuela», concluye. (ipcdigital)

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