Miles de operarios prosiguen la batalla en la planta de Fukushima un año después

Trabajadores de la planta nuclear de Fukushima

Unos 3.000 trabajadores se encargan a diario de inyectar agua a los reactores o retirar escombros radiactivos, entre otras tareas



Trabajadores de la planta nuclear de Fukushima

Maribel Izcue / EFE

Los reactores de Fukushima están en «parada fría» y la central bajo aparente control, pero un año después del accidente nuclear más grave desde el de Chernóbil la planta de Daiichi es aún una zona cero donde miles de operarios desafían cada día la radiactividad.

Tras confirmarse en diciembre que los reactores dañados por el devastador tsunami del 11 de marzo pasado están de forma estable por debajo de los 100 grados centígrados, los trabajadores se centran ahora en evitar filtraciones y preparar la retirada de las varillas de combustible nuclear.


Esta última es la operación que mayor dificultad técnica entraña y TEPCO, operadora de la central, calcula que completarla puede llevar unos 25 años, a lo que se sumarán otros 15 más para desmantelar definitivamente los maltrechos reactores.

En la actualidad unos 3.000 operarios de TEPCO, de empresas como Toshiba (que diseñó la unidad 3) y subcontratadas entran cada día a la planta para inyectar agua a los reactores, manejar el sistema de circulación del líquido, controlar el instrumental de medición o retirar escombros radiactivos, entre otras operaciones.

El reactor 1 está ya cubierto por una lámina de poliéster a fin de contener las emisiones, mientras que el edificio del 2 aparece por fuera intacto, aunque en su interior la radiactividad es muy elevada: a finales de febrero, mediciones efectuadas por un robot indicaban un altísimo nivel de hasta 200 milisievert por hora.


Las filtraciones de estas dos unidades al exterior están sin embargo controladas, por lo que los trabajos prioritarios se centran en el edificio del reactor 3 (sin techo y convertido en un amasijo de hierros a causa de una explosión de hidrógeno en marzo) y en la piscina de combustible de la unidad 4.

En esta última se están retirando, poco a poco, los escombros de la parte superior con la ayuda de una grúa para abrir un espacio que permita sacar las varillas de combustible del interior de la piscina.


Al lado de la unidad 3, donde se concentran los mayores niveles exteriores de radiactividad de la planta (hasta 1.500 microsievert por hora), se construye una estructura que servirá en el futuro como base para los equipos manejados por control remoto.

Un muro de más de 14 metros levantado con sacos separa los edificios del mar, al que, pese a los esfuerzos para detener filtraciones radiactivas, en los últimos meses han ido a parar toneladas de agua contaminada.

Recientemente los trabajadores comenzaron a cubrir con cemento el lecho marino próximo a la central para evitar que se propaguen elementos como el estroncio-89 y el estroncio-90, este último con una vida media de 29 años, detectados en la costa.

El agua contaminada acumulada en la central ha sido uno de los grandes problemas que han tenido que afrontar los trabajadores de Fukushima Daiichi en los últimos meses, aunque buena parte se almacena ya en un millar de contenedores con una capacidad total para 165.000 toneladas de líquido.

Pese a la alta radiactividad en algunos puntos, los responsables hacen hincapié en que las filtraciones están controladas: mientras en los primeros días de la crisis se informó de niveles de hasta 10.000 microsievert por hora en el lugar, ahora el máximo en el exterior son los 1.500 detectados frente al reactor 3.

Pese a ello, la zona de exclusión de 20 kilómetros en torno a la central sigue siendo un territorio abandonado del que tuvieron que desplazarse precipitadamente cerca de 80.000 personas, que aún no tienen fecha de regreso.

En el área trabajan desde principios de año equipos de las Fuerzas de Auto Defensa para descontaminar los edificios públicos, mientras que está previsto que empresas privadas se encarguen de limpiar el resto del territorio, donde el nivel de radiactividad varía según los municipios.

En muchos lugares al norte de la planta (hacia donde el viento ha arrastrado las sustancias radiactivas) las lecturas son de hasta 50 milisievert anuales, y en municipios como Futaba, al pie de la central, se detectan hasta 470 milisievert anuales.

El Gobierno de Japón tiene previsto revisar en abril las restricciones en la zona de exclusión y permitir el regreso por etapas de los residentes de las áreas donde haya una radiactividad de hasta 20 milisievert anuales.

En aquellas que presenten hasta 50 milisievert anuales se permitirá el paso restringido, mientras que las que presenten más de ese nivel serán decretadas, de momento, «zonas inhabitables».

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