Samwel tiene 12 años y estudia en una escuela en la prefectura de Saitama. Nació y se crio en Japón, el único país que conoce. Su país. Sin embargo, es un niño nacido “ilegal”, hijo de padres extranjeros indocumentados, un drama que enfrentan cientos de niños en Japón, según la NHK.
Niños que por ser menores de edad no son detenidos, pero que pueden perder a sus padres temporalmente, como Samwel, cuya madre estuvo más de dos años privada de su libertad.
Niños que tienen miedo de llegar a ser mayores de edad y que Japón los deporte. Niños que temen que en cualquier momento detengan a sus padres. Niños que sufren el dolor de la separación cuando las autoridades detienen a sus papás.
Samwel vive en Japón con sus padres, ambos nacidos en la República Democrática del Congo, y su hermano de 10 años.
Sus padres, activistas políticos en su país de origen, huyeron de Congo por temor a la represión. Arribaron a Japón en 2008. Han solicitado asilo sin éxito (Japón acepta menos del 1 % de pedidos de refugio).
Samwel nació poco después de que sus padres llegaron a Japón. Dos años después, nació su hermano Elikami.
Los papás recibieron visas temporales que les permitían trabajar mientras se procesaba su solicitud de asilo.
En 2017, la madre, Moloko, incumplió por una semana el plazo para renovar su visa y las de sus hijos. Como consecuencia, perdieron su estatus de residencia.
En enero de 2018, las autoridades de inmigración la detuvieron.
Sin Moloko, el padre, con visa aún vigente, tuvo que lidiar solo con la situación. Debido al trabajo, sus hijos se quedaban con frecuencia solos en casa.
Samwel cuenta a la NHK que ellos siempre estaban solos mientras que otros chicos en la escuela a veces eran acompañados por sus padres. También dice que sentía celos de sus compañeros que recibían regalos de sus padres en Navidad.
Pese a estar encerrada, su madre nunca perdió contacto con los niños. Los llamaba todos los días. A Samwel le dijo que fuera fuerte y protegiera a su hermano menor.
La madre estuvo detenida hasta marzo de 2020, cuando de manera repentina le dieron la libertad provisional. Sus hijos la recibieron entre lágrimas cuando salió del centro de detención.
Moloko tiene que presentarse ante las autoridades de inmigración para controles periódicos. Si sus hijos o ella tienen que salir de Saitama deben pedir permiso (como cuando Samwel tiene un viaje escolar).
Su situación irregular impide que los tres sean elegibles para el seguro médico público. Moloko, a quien diagnosticaron depresión tras su detención, tiene dificultades para pagar su tratamiento.
Sin visa, Moloko no puede trabajar. La familia depende enteramente del padre, que lucha por trabajo debido al coronavirus.
La familia sobrevive con alimentos que proporciona una iglesia local y donaciones. No tienen gas por falta de pago.
La situación es dura, dice Samwel, pero al menos mejor que cuando no tenían a su madre. Tiene miedo de que vuelvan a detenerla.
Mientras Moloko espera que las cosas mejoren y obtener una visa, acompaña a sus hijos a la escuela todos los días.
A veces se sienta al final de la clase. «Quiero que mis hijos sepan que estoy aquí, que están seguros, que pueden tener una vida normal y un futuro».
Samwel sueña con jugar baloncesto en la NBA, pero confiesa que teme llegar a la edad adulta: «Tengo miedo de que me detengan, como a mi madre, cuando cumpla 20 años». (International Press)
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