¿Cómo afecta la subida del impuesto al consumo a 10 % a las personas pobres en Japón? Para averiguarlo, Mainichi Shimbun hurga en la vida de un hombre de 48 años que vive en un cibercafé en Tokio.
El hombre ocupa un minuscúlo cubículo de 1,95 m por 95 cm. Trabaja en almacenes refrigerados y gana alrededor de 40 mil yenes (373,1 dólares) a la semana.
El cubículo está lleno de artículos de uso cotidiano y su ropa desperdigada. Lleva seis años viviendo en el cibercafé.
El café internet no tiene duchas y se baña en otro local público dos veces a la semana. Come solo una vez al día y compra únicamente artículos que están a mitad de precio.
Por el cubículo, el más barato, paga 10.500 yenes (97,9 dólares) a la semana. Desde el 4 de octubre, el precio se elevará a 11.000 yenes (102,6 dólares).
Aunque la subida puede resultar menor para quienes disfrutan de una buena situación económica, para personas como él significa que la vida será más dura de lo que ya es.
El hombre no siempre fue pobre. Incluso llegó a tener una buena vida.
Después de culminar sus estudios de koko en Tokio, emigró a Australia. Siempre había querido vivir en el extranjero.
En Australia trabajó como vendedor durante cinco años y después creó una compañía que brindaba apoyo a estudiantes en el extranjero.
El negocio creció y se casó con una japonesa, con la que tuvo una hija.
La vida le sonreía, pero en la década de 2000 a la compañía le comenzó a ir mal. Finalmente, el hombre dejó a su esposa e hija en Australia y regresó a Japón.
En Japón no pudo recomponer su vida. Volvió a casa de sus padres. No quería trabajar y sufría problemas de salud mental. Se encerró varios años, hasta que su familia lo rechazó y abandonó la casa paterna.
Sin tener dónde quedarse, con solo 30 yenes (0,27 dólares) como único patrimonio, dormía a la intemperie, a orillas del río Tama.
Poco después encontró trabajo y comenzó a vivir en el cibercafé.
Ve a su hija dos veces al año, cuando su esposa regresa a Japón. La chica estudia en una universidad en Australia y no sabe que su padre vive en un cibercafé.
Ahora con el impuesto a 10 %, tiene miedo de que ya no pueda mantenerse en el cibercafé y tenga que volver a las calles.
Así las cosas, se esfuma su sueño de ahorrar lo suficiente para alquilar un apato y poder invitar a su hija. (International Press)
Be the first to comment