El kanji, la gran barrera que impide que los hogares para ancianos contraten a más extranjeros

 

Reia Zafra es una mujer filipina de 50 años que trabaja como cuidadora de ancianos en la ciudad de Tatebayashi, prefectura de Gunma.


Lleva alrededor de seis meses en el hogar para ancianos donde trabaja. Sus empleadores están contentos con ella. La persona que dirige el lugar destaca que Reia tiene una alegría natural y una dulzura de las que los japoneses carecen. “Gracias a ella, hay muchas más sonrisas en los rostros de nuestros residentes», dice en declaraciones que recoge Mainichi Shimbun.

Reia bromea con los pacientes. A una anciana le dice: “Te voy a servir una gelatina. Si no te la comes rápidamente, me la tragaré».

La sonrisa beneficia a la salud. Gracias a la cuidadora filipina, al parecer se han reducido los niveles de ansiedad, pues ahora son menos los ancianos que se despiertan en la mitad de la noche.


Reia también da masajes de pies y estómago. No forma parte de su tarea, pero lo hace porque quiere. Y ayuda. Gracias a ella, la función intestinal de los pacientes ha mejorado y ahora son más los que pueden llegar al baño sin ningún accidente.

¿A qué hogar para ancianos no le gustaría tener una cuidadora como Reia? Sin embargo, la filipina ha sido rechazada varias veces. El sitio donde ahora trabaja fue el quinto en el que intentó entrar.

Por ello, Mainichi subraya la paradoja de que pese a la escasez de cuidadores, son pocos los hogares para personas de la tercera edad que contratan a extranjeros.


¿Cuál es el problema? ¿Por qué rechazaron a Reia? Por el idioma. O, para ser más precisos, por el kanji.

La filipina lleva viviendo unos 20 años en Japón y puede hablar japonés sin problemas, pero sufre con el kanji. Llenar los formularios o registros, por ejemplo, le toma mucho tiempo. Por suerte, sus compañeros japoneses la ayudan.


Sin embargo, Reia demuestra que el corazón puede ser más importante que el idioma.

«La calidad del trabajo de un cuidador depende de las relaciones entre los seres humanos. Incluso si mi japonés fuera malo, lo más importante es llegar a los corazones (de los pacientes). Dicho de otra manera, incluso si mi japonés fuera bueno, no significaría nada si no pusiera mi corazón en el trabajo».

No obstante, muchos extranjeros desertan cuando se topan con la barrera del idioma. Con Reia llegaron alrededor de diez compatriotas con la esperanza de trabajar como cuidadores. No pudieron con el idioma. Uno por uno se fueron. Eligieron otros países, como Estados Unidos y Australia, donde no tienen problemas porque hablan inglés.

El gobierno de Japón quiere ampliar el número de cuidadores extranjeros ante la escasez de personal y el rápido envejecimiento de su población. Sin embargo, si no toma medidas para destrabar el camino que deben recorrer los extranjeros, su deseo probablemente se quedará en buenas intenciones.

«Hay muchas residencias para ancianos en Japón. Y hay muchos extranjeros a los que les gustan las personas mayores. Pero si nos dicen ‘No puedes leer kanji, así que no puedes trabajar aquí’, todos se irán a un país diferente», advierte la filipina. (International Press)

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