Acapulco (México).- El pescado a la talla es uno de los platillos representativos del sureño estado mexicano de Guerrero, en especial del puerto de Acapulco, y es reconocido mundialmente a pesar de que su creación data de hace apenas unos 50 años.
Fue gracias a la originalidad que tuvieron don Beto Godoy y Gregoria Galeana, su esposa, quienes llegaron a Acapulco en busca de mejores oportunidades y donde, con unos cuantos pescados de la zona y una cabaña hecha de palos, comenzaron un sueño que parecía inalcanzable.
La familia llegó siguiendo al jefe de familia, quien era pescador de la región de la Costa Grande de Guerrero. Él y sus compañeros «pescaban el pescado, y así entero lo raleaban (sacaban las vísceras) y ensartaban en una varilla, y lo ponían en una fogata», cuenta doña Gregoria. «Ellos le llamaban pescado talla», añade.
Se dice que los pescadores clavaban la varilla con los pescados ensartados, todos a la misma altura, o talla, encima de las brasas.
«Él venía hasta acá a Barra Vieja (en el sur de Acapulco), pero era puro monte, y le dijeron ‘Oiga, le voy a hacer una (cabaña) enramadita para que la señora ponga su comida’, (pues) yo traía a mis sobrinos», narra.
Así que don Beto, refiere doña Gregoria, «mandó a traer pescado, y ya con ellos juntamos lumbre, y ya en la brasas se asó el pescado, y era pasadero, y al ver el humito gritaban ‘Oiga, ¿vende comida?’. Y mi esposo no les cobraba y así estuvimos tres, cuatro días; así que él fue el de la idea».
La suerte y el destino estaban con la familia Godoy Galeana, que tras agregar a este platillo unos cuantos chiles y especias, y abriéndolo por la mitad, lo bautizaron «pescado a la talla». Actualmente ya no se prepara sobre una fogata sino en una parrilla.
Aunque no es una regla, es preferible utilizar huachinango o róbalo para esta receta, ya que el inigualable sabor de estos pescados hace que la composición sea perfecta para todo aquel que la prueba, acompañada con tortillas de maíz hechas a mano y una salsa.
El restaurante «Beto Godoy» sigue estando, desde 1970, en la playa de Barra Vieja, mejor conocida como la cuna del pescado a la talla.
A lo largo de los años Barra Vieja también ha ido evolucionando, pasando de ser puros arbustos a un destino turístico admirable por la cercanía entre la Laguna de Tres Palos y la playa, lo que permite disfrutar de las tranquilas aguas de la primera para hacer un recorrido en lancha o bien de olas perfectas para practicar el surf.
Sin soltar la cuchara con la que toma su caldo de camarón, Rafael González, un comensal procedente del estado de Puebla, dice estar feliz de disfrutar del maravilloso paisaje, de lo fresco y tranquilo del lugar. «Aquí la comida es muy diferente, tiene un saborcito muy peculiar, no importa lo que comas. Hasta los limones te saben mejor», afirma.
Pese a que don Beto falleció hace casi tres años con más de 80 años de edad, doña Goyita sigue teniendo ese buen sazón y cariño con que comenzó este sueño, y es ella quien hace el adobo del pescado a la talla. «El adobo que preparo nadie de mis empleados sabe qué le pongo. Seré muy egoísta pero así es, cada quien que le haga la lucha», declara.
Algo que caracteriza al restaurante «Beto Godoy» es la singular amabilidad y el buen trato a los clientes, además de que por aproximadamente 20 dólares uno puede disfrutar de un kilo de pescado a la talla y seguir de cerca todo el procedimiento, desde escoger la pieza y ver el pesaje, la limpieza y la preparación.
También se puede comer junto con artistas de la talla de Luis Miguel, Paulina Rubio, Gael García y muchos más, al tener el local una gran pared con fotografías de las figuras del espectáculo que han visitado el restaurante.
«Luis Miguel es muy amable, sencillo. Come muy poco, pide no más unos pocos sopecitos, quesadillas, caldito de camarón y un poquito de pescado. ¡Ay! ojalá llegara ahorita, pero solo llega de repente», comenta Goyita.
La publicidad que ha tenido el restaurante ha sido de boca en boca, desde sus inicios hasta la actualidad, lo cual ha hecho que turistas tanto nacionales como internacionales lleguen a probar el platillo típico que ofrece.
Tanta ha sido la aceptación de este plato que ha pasado fronteras, haciendo que países como Estados Unidos traten de imitar la receta. «Fueron unos sobrinos a Estados Unidos y me trajeron las fotos; lo pidieron para tomarle la foto y traerla, ¿usted cree? Estoy muy feliz con este negocio», dice Gregoria Galeana.
Sus nietos también han decidido entrar al negocio familiar, y han pasado de un platillo que se prepara en el restaurante a envasar el adobo con el que se sazona, comercializándolo en tiendas de autoservicio, además de contar con envíos a todo el país.
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