La intimidación física y psicológica donde el más fuerte no necesariamente se librará de ser víctima.
Cuando uno piensa en violencia familiar, casi inmediatamente, viene a la mente la imagen de un hombre adulto – fornido y descontrolado – moliendo a golpes a cualquier miembro de su familia que se haya atrevido a desafiarlo; sin embargo, esta es solo una visión parcial de la verdadera naturaleza del problema.
De hecho, la violencia familiar es un problema social que se caracteriza por la intimidación no solo física sino también psicológica y donde el más fuerte – físicamente – no necesariamente escapará a la posibilidad de convertirse en víctima.
Vale agregar que una de las razones por las cuales los hechos de violencia en el hogar suelen pasar desapercibidos es que, tradicionalmente, este se ha conceptualizado como un fenómeno de carácter predominantemente físico donde necesariamente habrá moretones, cortes, heridas, quemaduras, pérdidas dentales, huesos rotos, etc., pero ¿qué otras señales, más allá de las físicas, pueden indicar que alguien es víctima de la violencia familiar?
Mencionar todos y cada una de esos indicadores es casi imposible; sin embargo no está demás considerar: Las agresiones físicas y verbales, descuidar deliberadamente a un menor o adulto mayor, la humillación, el menosprecio, los abusos de poder, las desvalorizaciones, culpar sistemáticamente a alguien por todo lo que pasa, los insultos e intimidaciones, las constantes comparaciones mal intencionadas, el bullying en casa, etc.
Además, pueden presentarse importantes consecuencias en más de un miembro del hogar que pueden ir desde la ansiedad, la depresión, la falta de concentración, los ataques de pánico, las pesadillas, la falta de apetito; pasando por bajo rendimiento estudiantil o laboral, los ausentismos en la escuela o el trabajo; hasta llegar a otras más serias tales como las conductas de riesgo, los ataques descontrolados de ira, los asesinatos o el suicidio.
la humillación, el menosprecio, los abusos de poder, las desvalorizaciones, culpar sistemáticamente a alguien por todo lo que pasa…
Por otro lado, existen algunos inconvenientes que dificultan encontrar una solución a este problema, entre ellos se han identificado la vergüenza al qué dirán los amigos y familiares, el miedo a perder el soporte económico, la necesidad de tener una pareja para sentirse valorado, la negación o ceguera ante el problema como consecuencia del “adoctrinamiento” – “Esto es lo normal, aquí mando yo, tú te lo mereces, aquí tú no vales nada ” – al cual se le ha expuesto a la víctima; y por supuesto, algunas creencias limitantes tales como “Nadie más que yo puede hacer algo por él o ella y si le abandono me convertiré en una mala persona” presente en quienes deciden adoptar el papel de cuidador “sacrificado”, a pesar de las consecuencias.
Es verdad que la solución a este problema es complicada, sin embargo, también es cierto que siempre se puede comenzar aceptando el problema y cuestionarse: ¿Cuál es la consecuencia de ocultar este problema? ¿Necesito una pareja para ser una persona valiosa? ¿Denunciar a mi pareja, hijo o hija en qué tipo de madre me convierte? ¿Dónde está la evidencia que soportando esto la familia se mantendrá unida? ¿Cuál es la probabilidad de que se solucione el problema si se cede ante las amenazas del agresor? etc.
¿El siguiente paso? ¡Haga un plan! ¿Se le complica? ¡Busque ayuda!
(*) Psicólogo de www.atulado.pe. Comuníquese directamente escribiendo al e-mail: informes@atulado.pe
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