Por Jorge Barraza*
Ante todo, las palabras de Xavi: “Ellos son muy fuertes físicamente, mejores que nosotros, han defendido muy bien y han sido superiores. Y pues… nada, felicitarles, han sido mejores. Nosotros hemos tenido un partido flojo y eso en la Champions lo pagas. Es un resultado pésimo, el peor, pero trataremos de hacer el milagro, por orgullo, porque somos el Barsa, por el escudo…”
Apenas minutos después de la estrepitosa goleada inferida por el Bayern Munich al Barcelona y, en la antípoda de la soberbia, con una humildad y un deportivismo impresionantes, se detuvo ante la prensa y atendió a todos. No hizo el ofuscado ni pateó micrófonos ni culpó al árbitro por los dos goles en los que hubo falta ni por el otro en fuera de juego. Reconoció la calidad del rival, habló con naturalidad.
Xavi Hernández es simplemente el deporte. En el campo deja hasta la última gota de sudor, de inteligencia, de señorío y de clase. Afuera da estas cátedras magistrales de hidalguía, de honestidad. ¡Qué orgullo debe ser tener a este caballero en el equipo de uno, verse representado por él! Así, las derrotas duelen menos. Incluso esta, cruenta si las hay.
Alemania entera sigue festejando lo que ellos denominaron “El 8-1”. Los hasta el miércoles considerados dos mejores equipos del mundo (Barcelona y Real Madrid) recibieron una tunda global por ese marcador. Allí surge la pregunta: ¿siguen siendo los mejores? Semejante guarismo y tal demostración futbolística habilitan a decir que no. Más allá de que alguno de los españoles consiga la hazaña de la remontada, pareciera que el eje del fútbol mundial se desplaza hacia Alemania. Lo dicen sus clubes y también su selección. Ambos están muy fuertes, en el juego, económicamente, y también en cuanto a motivación. Hay un relanzamiento del fútbol alemán como superpotencia.
Es el país más poderoso de la Eurozona, la locomotora que tira de los demás vagones, sus estadios lucen siempre a tope, son líderes en organización y marketing y tienen un fútbol históricamente fuerte, vencedor. ¿Por qué dejar que España o Inglaterra sean las ligas estrellas…? ¿Por qué la Bundesliga debe ser un producto de clase “B” cuando tiene todo para ser “A-A”…? Se lo preguntaron. Y el primero en responder ha sido, como siempre, el buque insignia: Bayern Munich. Conformó una constelación con 19 internacionales: 8 por Alemania (Neuer, Schweinsteiger, Lahm, Kroos, Boateng, Thomas Müller, Badstuber, Mario Gómez), 2 por Brasil (Dante y Rafinha), y uno cada uno por Holanda (Robben), Francia (Ribery), España (Javi Martínez), Suiza, (Shaqiri), Austria (Álaba), Ucrania (Tymoshchuck), Bélgica (Van Buyten), Perú (Pizarro), Croacia (Mandzukic).
Se impuso una superagresiva política de fichajes. Pagó 40 millones de euros al Bilbao por Javi Martínez y, se supone, una cifra similar al Wolfsburgo por Mandzukic (figura en su primera temporada bávara). Hizo un gran desembolso por la joven joya suiza de origen albanés Xherdan Shaqiri. Neuer costó 18 millones. Y acaba de oficializar el alta de la nueva superfigura germana, Mario Gotze, del Borussia Dortmund, por 37 millones. Con él serán 20 los seleccionados nacionales del Bayern.
Y tienen asegurado a Pep Guardiola. Hasta se rumorea que irían por Lewandowski, el polaco del cuatriplete al Madrid. Salvo Messi o Cristiano, quieren lo mejor, al precio que cueste. Meses atrás, cuando el técnico catalán firmó para el Bayern, muchos aventuraron que tal vez no pudiera armar otra maquinaria como la del Barsa “porque no tendría la misma calidad de jugadores”. Está visto que, excepto por Messi, tiene un plantel muy superior al azulgrana.
El Borussia y otros clubes se muestran más conservadores, aunque parecen enrolados también en la idea de trascender y posicionar a la Bundesliga como número uno. Sin duda es una movida que tonifica al fútbol. Siempre que aparece un nuevo jugador la mesa se prestigia. Hasta cabe decir que los alemanes se demoraron en decidirse a ser líderes de nuevo, como en los ’70, cuando Gerd Muller y Franz Beckenbauer pisaban el césped y retumbaba en toda Europa.
Desde ya, este cronista trasladará sus banderas a las tribunas adonde juegue el Bayern. Siempre que Guardiola conduzca un equipo, nos adheriremos a él, pues no se trata de colores, sino de valores. La decencia y el fútbol arte que propone Pep nos tiene como fieles devotos.
Remontar un 0-4 ante una fuerza arrasadora como este Bayern parece de ciencia ficción. El Barsa lo intentará como siempre, con su estilo y con Messi. Lo del Madrid es apenas menos grave. Tiene que hacer 3 goles y no recibir ninguno. Seguro apelará a su receta preferida: el “miedo escénico”.
Para el fútbol fue Jorge Valdano quien acuñó o introdujo el término, que define con certeza el estado de turbación al cual sometía el equipo local al visitante. Alfredo Relaño, prestigioso periodista de As, de Madrid, lo grafica con maestría en su columna “El miedo escénico que creaba el Madrid”. Comentaba que el Barcelona aplastó recientemente al Milan 4 a 0 en el Camp Nou, pero lo hizo a su modo, jugando al fútbol, con toques sutiles y goles bonitos. “¡Qué distinto a aquellas remontadas del Madrid de la Quinta (del Buitre, por Butragueño), construidas desde el ruido y la furia! Aquello estaba basado en una estrategia para inflamar al público e intimidar al rival: los tres primeros balones, remates violentos a puerta, bien o mal dirigidos; los tres primeros balones que cogiera el rival, falta dura; la primera falta del rival, cinco a apabullarle y cinco a apabullar al árbitro… Eso creaba un pandemónium emocionante que paralizaba a los rivales desde lo que Valdano describió con la expresión ‘miedo escénico’. Eran remontadas tremendas, de belleza salvaje, conseguidas desde el fragor”, describe Relaño.
¡Si habrá ganado partidos el Madrid gracias al miedo escénico! El problema es que a estos alemanes no se les mueve un pelo.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.