Japón encara el fantasma del castigo físico en escuelas y equipos deportivos

«El sistema convierte a los alumnos en esclavos para las compañías en las que trabajarán en el futuro», denuncia director de un colegio


Andrés Sánchez Braun / EFE

El reciente suicidio de un joven de 17 años que fue agredido repetidamente por su entrenador de baloncesto ha sacado a la luz la persistencia de los castigos corporales en los colegios y equipos deportivos de Japón, pese a los esfuerzos del Gobierno por erradicarlos.


El debate se ha intensificado aún más después de que 15 atletas del combinado nacional femenino de Judo acusaran al seleccionador, Ryuji Sonoda, de insultarlas, abofetearlas e incluso golpearlas con palos de bambú durante la preparación para los Juegos Olímpicos de 2012, lo que forzó la dimisión de Sonoda esta pasada semana.

Son casos que ponen de relieve la benevolencia con la que Japón tolera la excesiva disciplina que rige en gran parte del espectro deportivo del país, y también en el competitivo y estricto mundo académico.

Frecuentemente estos casos se dan en los clubes deportivos de los colegios, que componen buena parte del llamado «bukatsu», las actividades extracurriculares que son obligatorias en muchas escuelas del país.


«Este es un sistema que mantiene a los alumnos en el colegio de 7.00 a 19.00, que los convierte en adictos al trabajo, en esclavos para las compañías en las que trabajarán en el futuro», denunció con contundencia a Efe el director de un colegio de la región capitalina de Japón que prefirió mantener el anonimato.

Tal y como destacan algunos educadores, este maestro subraya que esas conductas están enraizadas -«muchos adultos recibieron castigos corporales en el pasado, y pese a no gustarles, reproducen ahora esa manera de pensar»- y explica que, aunque ya no están tan bien vistas como hace décadas, no son pocos los que aún las toleran.


El director del centro dice que «algunos padres aún creen que las bofetadas hacen que sus hijos mejoren sus habilidades o su capacidad para trabajar en equipo», y que ese tipo de trato «propio de una base militar» les ayudará «a acceder a las mejores empresas o equipos deportivos».

El pasado 23 de diciembre la madre del estudiante de Osaka, que era capitán del equipo de baloncesto masculino del prestigioso instituto público de bachillerato de Sakuranomiya, encontró a su hijo ahorcado en su habitación.

El día anterior, el preparador del equipo, de 47 años, abofeteó en público, duramente y en repetidas ocasiones, al joven con la intención de corregir los errores que cometió en el transcurso de un partido amistoso contra la escuadra de otro colegio.

El entrenador le dijo a la junta educativa que los golpes tenían la intención de «espolearle», y que como técnico deportivo consideraba los castigos físicos «como una forma de sacar la valía de los atletas», según recogió el diario Yomiuri.

Lo peor es que la propia junta investigó en 2011 los rumores que apuntaban a casos de maltrato en el equipo de baloncesto, pero estableció que no había evidencia sobre castigo físico alguno sin entrevistar a los jugadores.

Una investigación posterior al fallecimiento del capitán obtuvo testimonios de más de 30 alumnos que afirmaron haber sido abofeteados, pateados y golpeados de distintas maneras por el preparador.

En 2007 el Ministerio de Educación y Deporte notificó a las juntas educativas provinciales que el castigo físico «no debería llevarse a cabo bajo ninguna circunstancia», ya que podría alentar a los estudiantes a usar la fuerza para resolver problemas y aumentar los, ya de por sí numerosos, casos de «mobbing» en el país.

Pese a ello, unos 400 profesores de primaria y secundaria, y también de centros para discapacitados, aún son reprendidos cada año por infligir castigos corporales, según datos del Gobierno.

«Lo sentimos mucho, pero el hecho es que el castigo corporal nunca se ha dejado de practicar en los colegios», admitió un portavoz de la Junta Educativa de Osaka, al anunciar en enero que el joven se había quitado la vida.

Las palabras que la madre del estudiante dirigió al entrenador durante el funeral de su hijo, recogidas por el diario Yomiuri, dan fe de la tolerancia que persiste en Japón hacia el castigo físico: «Puedo entender que le diera una o dos bofetadas. Pero queda muy claro por el aspecto de su cara que fue abofeteado muchas veces».


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