El Euro cae, la Euro no. Por Jorge Barraza

Jorge Barraza

Por Jorge Barraza*

Pese a la terrible coyuntura económica que azota a Europa, la Eurocopa de selecciones mantiene su atractivo de mini Mundial. Sigue ostentando el glamour de los grandes torneos. La primera edición en la siempre olvidada Europa del Este despierta el orgullo de dos pueblos eslavos.


Polonia, según estimaciones periodísticas o bancarias, invirtió entre 20.000 y 27.000 millones de dólares para arreglar la casa y recibir al mundo de punta en blanco. No sólo en construcción o reciclaje de estadios sino en infraestructuras varias como aeropuertos, carreteras o vias ferroviarias.

Ucrania, menos próspera que su vecina, se anotó con “sólo” 5.000 millones según la agencia rusa de noticias Novosti, aunque el Saxo Bank asegura que fueron 11.200. Pero igual luce radiante, feliz, ansiosa de mostrarse.

La fortuna les sonrió a Polonia y Ucrania (bastante modestos futbolísticamente); en su Eurocopa no falta ningún grande: Alemania, Italia, España, Francia, Inglaterra, Holanda. Hasta el Portugal de Cristiano Ronaldo dijo presente. Y algunos futbolísticamente medianos, aunque importantes como naciones: Rusia, Suecia, Dinamarca. Esto garantiza millones de hinchas extranjeros y estadios llenos. Y se sabe que el reembolso de los países organizadores se genera a través de la taquillas y el consumo de los turistas. Igual, no recuperarán ni remotamente el gasto. Pero está el rédito en imagen que un país obtiene al hospedar un evento de esta magnitud.


Un año después del Mundial 2010, Sudáfrica ingresó en el BRIC, el bloque de potencias emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India y China. Ahora se le agregó la ese: BRICS. Lo había anticipado el presidente Jakob Zuma días después de finalizado el máximo torneo: “El Mundial marca un antes y un después en la historia de Sudáfrica”.

Para Ucrania es asomar la cabeza al primer mundo, Polonia busca, en cambio, exhibir su fuerte crecimiento de los últimos años; es uno de los miembros de la Unión Europea con buenas perspectivas (¿o el único…?).

Rusia fue la revelación de la jornada inaugural al golear 4 a 1 a República Checa. Holanda, la siempre favorita, la de los jugadores fabulosos (antes de empezar el partido), la nunca bien ponderada Holanda, cayó en sus primeras presentaciones, pese a lo cual dispone de una chance más que interesante de clasificar si esta tarde vence al Portugal del apagado Cristiano Ronaldo, quien se juega el Balón de Oro en este torneo.


Para que la cabeza no explote de fútbol, uno elige, como siempre, algunos partidos para analizar: de entrada nos jugamos por Alemania-Portugal. Se presentaba como el juego de mayor jerarquía, porque Beckenbauer ha declarado que esta “es la mejor Alemania de la historia”. Porque enfrente estaría Cristiano Ronaldo y porque entre los 22 que empezaron el cotejo había 15 figuras de los primeros clubes del mundo: 7 del Bayern Munich (Neuer, Badstuber, Boateng, Lahm, Schweinsteiger, Muller, Mario Gómez), 5 del Real Madrid (Cristiano, Khedira, Ozil, Fabio Coentrao, Pepe), uno del Chelsea (Meireles), uno del Manchester United (Nani), uno del Arsenal (Podolski).

Si este no es un partido de primer mundo, cuál lo es. Salió un juego  aburridito. Empezó discreto y fue bajando levemente hasta morir ahí, en la frontera de lo feo. Igual, si no nos emocionamos, tampoco nos equivocamos. Hubo alta tensión en el juego, mucha movilidad y entrega. Lo mejor, el gol de Mario Gómez (¡qué curioso resulta llamar así a un alemán…!). Fue un cabezazo mortal de pique al suelo, digno del colombiano Falcao García, otra fiera del juego aéreo. El Gómez más atípico del mundo aprovecha seguido el escaso pique que hay dentro de las áreas y pesca bastante.


En general el juego ha sido chato técnicamente. Pero eso no desluce en absoluto a la Euro. Se ve una velocidad tremenda (que siempre resulta atractiva) y vocación de triunfo, nadie apuesta al empate. Además, la puesta en escena de cualquier competición europea es, como mínimo, atractiva a la vista. Y los nombres auguran emoción. Se han dado choques de rancia estirpe como España-Italia, Alemania-Holanda, Inglaterra-Francia… Resulta imposible sustraerse al llamado de tales nombres.

La Eurocopa trae recuerdos imborrables, aún para nuestros ojos latinos. La de 1988, cuando Rijkaard, Gullit y Van Basten deslumbraron. La del ’92, cuando la Dinamarca que no había clasificado, entró de relleno por la exclusión de Yugoslavia y se llevó el título. La del 2000, cuando Francia coronó con aquel terrible golazo de volea de nuestro David Trezeguet, un gaucho con pasaporte francés.

En la ensalada de partidos de esta semana también optamos por Inglaterra 3 – Suecia 2, el más emotivo y vibrante. Aunque ninguno ha jugado mejor que Rusia hasta ahora, nadie atacó más. Un soplo de frescura por belleza de juego y vocación de ataque. Y se quedó afuera…

*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.


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