Por Jorge Barraza*
Él no marcaba a los wines, los wines lo marcaban a él. Hasta hoy, el fútbol no conoció un caso igual: fue el único lateral izquierdo cuya exuberancia técnica, su clase singular y su vocación ofensiva lo tornaban un arma letal para el adversario. Los técnicos rivales atosigaban a sus punteros con la misma indicación: “Tápeme la subida de Junior… Que no pase… Que no se venga”.
Leovegildo Lins de Gama Junior llevaba en cada molécula de su cuerpo los genes, la estirpe, la tradición del gran fútbol brasileño: intuición para desarmar al puntero, clase para escalar el campo, pelota al pie, magnífica pegada. Como quien se baña y se cambia para salir, Junior cerraba con llave su lateral y se iba tranquilo adelante. Lo lógico era custodiar a los delanteros, al “10” de los contrarios, pero no al “3”. Y el “3” se venía, armaba juego, gambeteaba, tiraba paredes…
Cada vez que arrancaba con la bola dominada, acariciando el césped, despertaba el elogio coincidente: “¡Qué jugador…!” Acostumbrado a la mitad de la tabla, el Torino de Italia lo fichó en 1984 para cambiar su imagen. Y de lateral izquierdo en Brasil pasó a ser armador en el Calcio, con la camisa 10. Fueron las tres mejores temporadas de la escuadra granate en sus últimos cuarenta años: subcampeón del Verona en el ’85 y tres años seguidos en Copa UEFA. Fue, con Carlos Alberto y Nilton Santos uno de los más espectaculares laterales brasileños. Con lo que eso sugiere.
Lo encontramos de saco y corbata, micrófono en mano, como comentarista estelar de la TV Globo. Viajó a Asunción a cubrir el juego de Fluminense ante Libertad. Equilibrado y agudo en los conceptos, va para 20 años en la función. “Me divierto haciendo esto. Comencé en 1993, después de retirarme como jugador”. Hizo un paréntesis cuando tomó el buzo para dirigir a su amado Flamengo y volvió a la televisión en el ‘98.
«No extraño nada de mis tiempos de jugador. Fue una etapa maravillosa, muy bien vivida, bien hecha, bien aprovechada. La recuerdo más con alegría que con nostalgia. Jugué de 1974 a 1993 y luego continué ocho años más como jugador de fútbol playa. Paré a los 47. Suficiente”, garantiza.
A lo lejos, desde el otro lado de la Avenida Atlántica, en Copacabana, uno podía divisarlo en la arena, ya canoso, descalzo, sólo por la calidad y los bigotazos. La arena de Río, la bola y un grupo de brasileños jugando: una pintura del hombre y su hábitat.
Está en la lista de 100 mejores futbolistas de la historia confeccionada por la FIFA. Y tanto como eso, le dio su nombre al mejor Flamengo de todos los tiempos, aquel que ganó el Brasileño en 1980, 81 y 82, la Libertadores y la Intercontinental 81. El Flamengo de Zico y Junior.
Lo recuerda: “Fue un proceso que inició el club en el 76-77 con tres camadas, la de Zico y Cantarelli, la de Adilio, Leandro y yo, que teníamos un año menos, y de Tita. Se sumaron de afuera el arquero Raul, Marinho y Lico. El centrodelantero Nunes ya tenía un pasaje por el club, y Mozer y Andrade que eran jóvenes de la casa. Nueve jugadores pasaron por la Selección. Pienso que fue una consecuencia de trabajo, sacrificio y talento.”
Dice que el fútbol actual ha tomado unas dimensiones económicas inconmensurables, aunque no envidia a los futbolistas del presente. “Nosotros tuvimos el privilegio de jugar por placer. Lo económico era importante, pero no lo principal. En Brasil yo pasé por un solo club, dieciséis años. En mi cabeza no existía ninguna posibilidad de jugar en otro equipo que no fuera Flamengo. Además Flamengo pagaba bien. Entonces uno jugaba en el club de su corazón y estaba recompensado económicamente”.
Le encantaba la época en que las figuras permanecían diez, doce años en una misma institución. “Eso generaba la identificación del crack con su club. Ahora es diferente, se van rápido. Infelizmente, Brasil y Argentina son fábricas de jugadores y la tradición es exportar. Le conviene al jugador, al empresario y al club, que paga deudas y hace obras con ese dinero. Ahora, con la economía estable y la moneda fuerte, Brasil está intentando retener o repatriar talentos. Mismo Santos le ha hecho un contrato europeo a Neymar para evitar su salida temprana”.
Fue entrenador de Flamengo y de Corinthians. “Uno elige una táctica para que los jugadores la pongan en práctica. En realidad, para que intenten ponerla en práctica. Muchas veces no lo logran. Y este es el motivo por el cual tantos que fueron cracks fracasan luego como entrenadores. Ellos han sido tan buenos que lo ven fácil, pero para sus jugadores es difícil. Por esto dejó de entrenar Platini, me lo dijo una vez que fuimos a almorzar. Se ponía nervioso”.
Del hoy prefiere el Barcelona de Guardiola. “Ha hecho un proceso parecido al nuestro con Flamengo, con varios jóvenes de la casa mezclados con figuras de afuera y manteniendo los jugadores por varios años. Pero, además, con la mentalidad de jugar al fútbol, al ataque”.
Lo ilusiona Neymar. “Además de ser un jugador con fantasía y creatividad, tiene gol. Pienso que está para lograr más que Robinho a la misma edad”. Cree que Messi liderará el ránking mundial por algunos años. “Con lo que ya hizo, si juega una gran Copa del Mundo podría pasar a Diego (Maradona). Messi tiene mucha seriedad y no se deja llevar por golpes ni provocaciones. Su equipo va ganando 4 a 0 y él está pensando en hacer gol. No tiene otra preocupación. Da placer verlo”.
No quiere volver a la actividad. “Pasé muchos años en el fútbol y esto exige demasiado sacrificio familiar, muchos viajes, no pude disfrutar de mi mujer de mis hijos como hubiera querido, y ahora lo hago. Podría estar entrenando tranquilamente, pero no quiero hacerlo simplemente por tener un ingreso. No soy esclavo del dinero, soy esclavo de mi vida”.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.
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