Roberto, colega colombiano de Cartagena, incluyó una consigna en su blog: “¿Qué pudo haberle pasado al Real Madrid…?”. Aludía, desde luego, al naufragio merengue en el fabuloso clásico del lunes último. Nos invitó a contestar. La respuesta da pie para una nota más amplia y atractiva.
El Real Madrid se encontró, quizás, con el mejor equipo de la historia del fútbol. ¿Qué suena exagerado…? Hagamos un ejercicio mental: ¿qué equipo jugaba más que este, a la velocidad actual, con estas marcas? ¿Qué otro era tan contundente y a la vez tan escrupuloso en el manejo de la pelota, tan religiosamente aplicado a una filosofía de toque como este Barcelona de Guardiola…? ¿Qué equipo duró tanto jugando un fútbol tan extraordinario…? ¿Cuál ha ganado más…? ¿Quién marcó más goles…? ¿Cuál dio más espectáculo?
El Madrid, que no es una buena orquesta sino apenas un conjunto de solistas caros, se encontró con esa máquina. Y en la noche más iluminada de su existencia como tal. Eso le pasó.
La estadística de la televisión indicó 67% de posesión de pelota para el Barsa y 33% para el Madrid. Pareció bastante más. Hubo apabullamiento.
“A ver si le hacen ocho al Madrid”, toreó Cristiano Ronaldo una semana antes, por el 8 a 0 del Barsa al Almería. Se salvó por milagro del ridículo. Y habrá aprendido una lección: en fútbol nunca hay que hablar antes.
Un punto esencial en el análisis es que, por la jerarquía del rival, el 5 a 0 deslumbró al planeta fútbol, sin embargo estos festivales del Barsa son periódicos, seguramente este fin de semana dará otro, y el siguiente uno nuevo. Así viene hace dos años y medio.
Barcelona ha ganado las últimas dos ligas con números de fábula: la 2008-2009 con 27 victorias en 38 juegos, 105 goles a favor y 35 en contra (¡¡¡más 70 de diferencia…!!!) Redondeó 2,76 goles por partido. En la 2009-2010 ganó 31 de sus 38 encuentros, sumó 99 puntos y 98 anotaciones contra 24, a 2,58 de promedio goleador.
Hay quienes intentan demeritar la liga española, “sólo es una carrera de dos”, disparan. ¿Y el Atlético Madrid, campeón vigente de la Copa UEFA con Agüero y Forlán? ¿Y Valencia, Villarreal, Sevilla, Athletic de Bilbao…?
Nadie puede discutir el nivel de la Champions League. El Barsa la conquistó marcando 36 veces en 15 partidos (2,40 de media). El Barsa contrarió un axioma: que jugar lindo no es jugar bien. Su juego es bello y eficiente. Y destrozó una afirmación: que para ganar hay que jugar feo.
Equipos buenos hubo cantidades. Equipazos, muchos. Aplanadoras, varias. Ballets, algunos: el Santos de Pelé, el Madrid de Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento (del que solo vimos un partido completo, la final ante el Eintrach Frankfurt), Brasil del ’70, Holanda ’74 (aunque no pudo ser campeón).
El Barsa de Pep Guardiola los compendia a todos: es una combinación fantástica de arte, temperamento, resultados y regularidad en el más alto nivel de competencia: la liga española y la Copa de Europa. Por si hubiese alguna duda de sus individualidades, tiene 7 campeones del mundo en sus filas: Valdés, Puyol, Piqué, Sergio Busquets, Xavi, Iniesta, Pedro. Y al mejor futbolista actual: Messi.
No obstante, esas brillantes piezas actúan humildemente en función del conjunto y sienten el mismo fútbol. Hasta Puyol, el engranaje con menor sensibilidad técnica del plantel (aunque un monstruo en la marca y en la entrega) sale jugando desde atrás con intencionada pulcritud.
Guardiola asumió como técnico azulgrana en julio de 2008. Inmediatamente comenzaron los triunfos y las exhibiciones, no hay duda de su autoría.
Rinus Michels, conductor genial de la Naranja Mecánica, tuvo el mérito de la originalidad, de la creación. Inventó una forma de jugar que a nadie se le ocurrió hasta ese momento: la de la dinámica permanente, la rotación y el cambio de puestos. Fue algo extraordinario. Nadie puede quitarlo del pedestal de la historia.
Telé Santana, padre del Brasil ’82 y ’86 y del San Pablo multicampeón, será inmortal por haber jugado como el hincha anhelaba, fue quien mejor lo representó. Mandaba cinco al ataque, y además era disciplinado, meticuloso, exigente. No disponía de demasiados talentos con el San Pablo. Rai era un estratega importante (mucho menos que Kaká), Cafú un excelente lateral de proyección. Muller arriba. Y punto. Todo lo demás era de Telé.
Esto de Guardiola es inigualable en sentido estético. Y además marcan con fiereza, corren, atacan sin parar.
Hablando de los últimos 50 años, el Santos de Pelé sí es palabra santa. Apenas hemos visto algunas borrosas filmaciones, pero seguramente como equipo espectáculo, tiene todo el derecho de discutirle el trono al Barsa. Duró años, daba shows dos o tres veces por semana, tenía a Pelé y Coutinho, ganó todo.
Dos precisiones fundamentales para entender el contexto por el cual este Barsa supera a casi todos los equipos del pasado: 1) Antiguamente se jugaba un fútbol muy posicional, más estático (barrido por la revolución holandesa del fútbol total como el color barrió con la TV en blanco y negro). 2) El juego era más lento. 3) Las marcaciones no eran las de hoy.
Este último punto genera confusiones. Un lector nos escribió “¿Que no se marcaba…? ¡A Pelé lo molieron a patadas en el Mundial ’66…!” Sí, lo exterminaron. Patadas hubo siempre. Y habrá. Pero pegar es un tópico, marcar es otro. Marcar es encimar, obstruir, complicar, desbaratar, quitar. En aquel tiempo no existía el “pressing” ni se estilaban marcas al hombre. Se dejaba recibir y luego se marcaba. Traducido: había grandes facilidades para quien tenía la pelota.
Esto posiblemente sea lo máximo que se haya visto en fútbol. El cronista recuerda con cariño a aquel Huracán de Menotti en el ’73 jugar como los dioses, al Independiente del 83-84, pero fueron diez tardes, quince. Evoca a tantas formaciones gloriosas y exquisitas, aunque ninguna con tanta brillantez, contundencia y regularidad como este Barsa de hoy.
No tengamos miedo de afirmarlo, si esto es lo mejor, lo es y punto.
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