“El terremoto en Ishikawa saca lo mejor de las personas”, dice el titular de una columna publicada en Asahi Shimbun que reseña tres actos de solidaridad con los damnificados.
El 4 de enero, tres días después del terremoto, un trabajador de un hogar que atiende a ancianos se paró en la orilla de una carretera en la ciudad de Wajima, sosteniendo una pizarra que mostraba a los conductores que pasaban.
La pizarra tenía mensajes de pedidos de ayuda.
Un automovilista se detuvo y le dio dos botellas de agua. “Esto es todo lo que puedo hacer”, le dijo.
Un periódico local elaboró una nota sobre el caso y hubo varias personas -algunas que en el pasado tuvieron parientes que recibieron atención en la residencia; otras de manera anónima- que llevaron querosene tras enterarse de la situación por el medio.
Sin electricidad ni agua, el querosene ayuda a mantener calientes a los residentes. “Estamos agradecidos. Sentimos la calidez de la gente”, dice uno de los trabajadores del hogar para ancianos.
En el caso del empleado que captó la atención de la gente con la pizarra, pese a que su propia casa fue arrasada por el sismo continúa trabajando en el cuidado de las personas mayores.
El segundo acto de solidaridad que menciona Asahi Shimbun está protagonizado por Ayuko Noto, sacerdotisa del santuario de Juzojinja (con 1.300 años de historia) que une esfuerzos con residentes para hacer y distribuir onigiris.
“Durante inundaciones pasadas, nuestros antepasados prepararon y distribuyeron alimentos. Siempre recibimos ayuda de mucha gente, por lo que es algo mutuo”, dice Noto, cuyo santuario resultó dañado por el terremoto.
El tercer acto se desarrolla en un supermercado que reabrió sus puertas tres días después del terremoto rebajando los precios de sus productos, la mayoría de los cuales se vende a solo 100 yenes (0,69 dólares).
“Deseo ayudar a los clientes, no importa lo poco que sea. Pensar en ganancias puede venir más tarde”, dice un alto ejecutivo del negocio. (International Press)