La Navidad es una de las celebraciones más esperadas del año, motivo de felicidad para muchos y melancolía para otros. Es innegable que la Navidad tiene un gran significado religioso para un gran grupo de personas, cierre de ciclos y comienzo de nuevos proyectos para otras. También es tiempo de aglomeraciones, compras, tráfico, prisas, interacciones y compromisos que pueden llevarnos a experimentar estrés y hasta depresión en algunos individuos.
Como inmigrantes latinoamericanos, no es fácil acostumbrarse a las navidades en Japón, el frío, el silencio de las calles, las familias muchas veces divididas, el trabajo que no permite celebrar como se acostumbra en el país de origen.
Aunque parezca extraño para muchos de nuestros lectores, los conceptos de felicidad, paz, amor, solidaridad y armonía que están implícitos en la temporada pueden hacer sentir a algunas personas “extrañas” ya que por el contrario, experimentan conflicto, apatía y rechazo al no estar en sintonía con la mayoría de personas a su alrededor. Esto podría deberse a distintos motivos como por ejemplo: La pérdida de un ser querido, enfrentar una enfermedad o trastorno, lidiar con conflictos familiares o quizás no contar con los recursos económicos que demandan las fiestas, entre muchos otros factores.
Si te está sucediendo a ti que me lees, quiero decirte que no pasa nada por sentirse así, es perfecto, puedes darte permiso para sentirte “extraño/a” en Navidad. Te invito a identificar qué es lo que sientes, ponle nombre: tristeza, melancolía, enojo, angustia, miedo, decepción, cansancio. Abraza esa emoción, que es tuya, mentalmente con todo tu amor, háblate con amabilidad, no te juzgues, atrévete a ser benevolente y tu mejor amigo, esto es fundamental para mantener el bienestar físico, mental y emocional. Busca ayuda en un amigo de confianza, un familiar cercano o un profesional.
No sé, ¿cuándo la Navidad dejó de ser ese momento familiar y se convirtió en un motivo de preocupación? ¿Se dieron cuenta?
Por otro lado, un tema que nos concierne a muchos son los niños y la Navidad. Recuerdo aquel tiempo en que compartíamos en familia, todos teníamos una tarea en casa, nos mirábamos a los ojos con más frecuencia, conversábamos más, nos reíamos juntos, es decir, estábamos más presentes y nos sentíamos felices solo porque era Navidad.
Esperábamos con entusiasmo en casa destapar al niño Jesús en una atmósfera de armonía y amor por el prójimo, solidaridad y empatía. Claro, también esperábamos abrir nuestros regalos. No sé, ¿cuándo la Navidad dejó de ser ese momento familiar y se convirtió en un motivo de preocupación? ¿Se dieron cuenta? ¿Cuál es el sentido de la Navidad hoy en día para ti y tus hijos? Cuando ellos escuchan la palabra Navidad ¿qué es lo primero que dicen?
Escucho decir con regularidad: “Uy diciembre es un mes de muchos gastos”, “tengo que comprar los regalos de los chicos”, “tengo que comprar el regalo de los grandes”, “tengo que comprar, comprar, comprar …”. Para cuando termina Navidad, Año Nuevo y las vacaciones de invierno, la preocupación y estrés por los gastos que se han generado puede ser abrumador para muchas familias.
Y qué tal si le regales esas horas de trabajo a tus hijos, que compartan la vida, que se rían juntos, que les regales unos padres con menos estrés y menos preocupaciones, con más paciencia, es decir, más presentes…
Con tantos videojuegos que tienen los chicos hoy en día, ¿creen que es necesario seguir comprando? “Ay pobrecito mi hijito, todos sus amigos tienen”, ¿De verdad? ¿Cuántas horas tendrás que trabajar en enero y febrero para pagar ese videojuego, iPhone, etc.? Y qué tal si le regales esas horas de trabajo a tus hijos, que compartan la vida, que se rían juntos, que les regales unos padres con menos estrés y menos preocupaciones, con más paciencia, es decir, más presentes, más relajados, más cariñosos, con más tiempo para jugar ¿No es una buena idea?
Nada es más enriquecedor en la vida de tus hijos que el tiempo que compartes con ellos, cuando juegas, cantas, bailas, te ríes, bromeas, le cuentas una historia, un cuento, los escuchas sin juzgar, los ayudas a pensar con calma a cómo solucionar un posible problema, te interesas por entender cómo piensan, cómo se sienten o qué harían o cómo actuarían bajo presión social.
Todo esto es lo que llamamos tiempo de calidad. La interacción con ellos hace que se sientan amados, queridos, visibles e importantes, ayuda a mantener una autoestima saludable, a percibirse a sí mismos importantes para ti.
Aprovecha estas vacaciones para fomentar, mejorar y afianzar los puentes de comunicación con ellos. Escucharlos y míralos no solo con tus oídos y tus ojos sino con todos tus sentidos. Esta es una herramienta muy poderosa, necesitamos niños más felices, que se sientan amados, visibles e importantes por sus padres.
Una convivencia real, de respeto, amorosa, donde se promueve la escucha activa nos regala personas más asertivas, pensantes, resilientes, empáticas, motivadas y seguras. Todas estas habilidades se aprenden y mejoran con el contacto humano.
Recuerden amigos, no hay videojuego o dispositivo electrónico, accesorio, etc. que pueda reemplazarnos en nuestra hermosa labor como padres. Regalemos lo que nos permita nuestra economía. Antes de endeudarte este fin de año pregúntate si es eso lo que quieres realmente y lo que necesitan tus hijos, ¿padres estresados por las cuentas o padres amorosos, presentes y menos estresados? Equilibrio podría ser la palabra clave que nos ayude este diciembre.
El tiempo no regresa, aprovéchalo lo mejor que puedas; esta Navidad tienes una nueva oportunidad de hacer lo que realmente te dicta el corazón y la razón. Les dejo un abrazo fraterno cargado de mucha buena energía y les deseo con cariño una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo en compañía de sus familiares y/o amigos.
(*) María Kobayashi
Lic. Psicología
C.PS.P.: 53333
Psicoterapeuta Gestalt
Posgrado en Terapia Racional Emotiva Conductual
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