Desde el pasado 4 de enero, el país viene siendo destrozado por turbas enardecidas que piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, nuevas elecciones generales y Asamblea Constituyente.
A través de movilizaciones en distintos puntos del país, estos grupos radicales, queman comisarías y sedes del ministerio público, (fiscalías) destruyen pistas de aterrizajes de aeropuertos, bloquean vías para impedir el libre tránsito de vehículos y personas, queman casas de congresistas y gobernadores, atacan la propiedad privada (empresas agroindustriales) y amenazan a las personas obligándolas a no trabajar y sumarlas a las protestas. Todo con un solo objetivo: sembrar el terror y el caos.
Todos estos actos mencionados nos hacen volver la mirada hacia los años 80 en el siglo pasado, que los tenemos en nuestra memoria. Sí, el terror ya lo vivimos hace más de 40 años en el Perú a causa de un sanguinario personaje, perteneciente a las filas de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso. Lo diferente a lo que hoy ocurre está en el actuar senderista de esos tiempos, los ataques con dinamita a instituciones públicas o privadas, (blancos de su furia) voladura de torres de alta tensión que dejaba a oscuras la ciudad, la práctica del secuestro para obtener dinero a cambio como el MRTA, la eliminación de líderes políticos, jueces, fiscales, miembros de las FFAA y policiales, y también a lideres sindicales y dirigentes populares, a dinamitazos por considerarlos traidores.
Pero todo esto no es un hecho improvisado. Ha tenido que pasar un tiempo, desde el frustrado golpe de Pedro Castillo ocurrido el 7 de diciembre del año pasado, para que se pueda visibilizar el accionar de estos vándalos, azuzadores entre los que se mezclan terroristas y comunistas extranjeros infiltrados entre los grupos de protesta que pretenden desestabilizar el régimen de Boluarte y conquistar el poder que han perdido, porque con la caída de Castillo, se les acabó la ‘mamadera’ del Estado.
No es el pueblo indignado por los actos de corrupción los que están en la calle pidiendo justicia, no son grupos de trabajadores de sindicatos los que demandan mejores sueldos los que gritan fuerte en las calles, no son las mujeres violentadas las que elevan su voz de protesta contra el abuso de sus parejas, no son los maestros ni los trabajadores de salud los que tomaron las calles reclamando el cumplimiento de sus pactos colectivos. Son grupos violentistas llegados de diferentes lugares del país contratados para sembrar el caos en la ciudad de Lima y traerse abajo la democracia para implantar en el país el socialismo del siglo XXI.
En todo este tiempo, la policía peruana viene enfrentando en solitario a estas turbas violentistas que los apedrean, golpean con palos, los insultan, les ‘mentan’ la madre, les destrozan sus escudos y cascos de protección, pero lo más grave es que no se detienen en su intento por acabar con la vida de un uniformado. Hasta el momento, son tres los efectivos policiales que han sido tomados como rehenes, los han molido a golpes, les han quitado el uniforme y sus armas, los han vejado y rociado con gasolina para intentar quemarlos vivos. Sólo dos efectivos han sido rescatados de la turba, uno de ellos liberado en canje por mediación de un cura, mientras que otro fue quemado vivo en el interior de su patrulla. Los heridos suman más de 500 en las filas de la policía.
Pregunto, señora presidenta Dina Boluarte: ¿Qué derecho tienen estos extremistas de impedir el libre tránsito de las personas? ¿qué derecho tienen de obligar a cerrar los negocios y mercados? ¿qué derecho tienen de obligarnos a cambiar la Constitución?
Perú Libre, del que Ud. formó parte, llegó al gobierno con el voto prestado de otras organizaciones políticas anti fujimoristas, pues en primera vuelta obtuvo la mediocre cifra de 18,9 por ciento de la votación a nivel nacional. Unas 2.724.752 personas votaron por PL. Ese, es su real respaldo a los intentos vanos de querer imponer su Asamblea Constituyente.
Lo que preocupa ahora es la falta de firmeza para actuar contra estos vándalos delincuentes que están destruyendo nuestra ciudad capital, el centro histórico de Lima, declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad, y encerrando a la ciudad a vivir bajo la figura del terror. Dónde está el Servicio de Inteligencia que no se ven resultados, por qué no hay detenidos de este salvaje accionar para bajar la calentura de las calles. Si no pone orden señora presidenta, entonces deje que el general Williams lo haga. Él es un Chavín de Huántar.
Precisamente, el último viernes, en una entrevista con Mávila Huertas en Panamericana Televisión, Marcos Ibazeta, ex juez antiterrorista, reveló que el accionar de Sendero ha ido cambiando en el tiempo. SL se ha reciclado a nivel macro. Con la toma de carreteras y ataques a instituciones públicas y privadas están asfixiando la economía para llevarlos al sometimiento absoluto.
Con la firma del Acuerdo de Paz de Abimael, cesó la lucha armada y pasó a formar organizaciones de fachada, primero Movadef, después Conare con Castillo y Fenatep, otra creación de Castillo. Esta es la línea senderista. Este nuevo senderismo, adecuado al siglo XXI, tiene alianzas con fuerzas poderosas extranjeras, con el narcotráfico y con la minería ilegal. Y es lo que estamos viendo y escuchando con versiones antojadizas de gobernantes de izquierda de América Latina que tergiversan los hechos en su intento por destrozar al Perú, destrozar su economía aislándola del mundo. Esto no merecemos los peruanos.