Si no hubiera sido por la religión, habría podido llevar una vida diferente. Si hubiera podido elegir el rumbo de su vida cuando era chico…
Un hombre de 45 años, hijo de padres muy religiosos en Japón, no aprueba el asesinato del ex primer ministro de Japón, Shinzo Abe, pero entiende al homicida, Tetsuya Yamagami, porque su vida ha sido muy parecida a la de él.
“Mi vida ha sido sacudida por la religión”, declara a Mainichi Shimbun.
El destino de su familia comenzó a torcerse cuando su madre, una ama de casa preocupada por la crianza de su hijo, buscó apoyo en los Testigos de Jehová.
Cuando tenía 6 años, su familia se unió a la organización religiosa y su padre, entonces un próspero fabricante de sellos japoneses en la prefectura de Kioto, renunció a su trabajo pues este era incompatible con su nueva religión.
Allí comenzó el calvario del niño. Sus padres eran muy estrictos. Si se dormía durante una reunión, lo azotaban en el trasero con un cable eléctrico.
Sin los ingresos de antes, la familia perdió estatus económico. La familia tuvo que mudarse de una cómoda casa a un apartamento pequeño y antiguo.
Su padre no tenía trabajo fijo, saltando de un empleo a otro. La familia vivía en la precariedad.
Cuando acabó la preparatoria, no le permitieron seguir estudios en la universidad. Sus padres decían que una carrera universitaria era indeseable, pues lo exponía a otros valores y sembraba dudas en su fe.
Sin estudios profesionales, el hombre fue contratado por una empresa de tecnología de la información, en la que notó cuánto lo aventajaban los profesionales titulados.
Cuando tenía 21 años, su exnovia murió de un tumor cerebral, pero no pudo asistir a su funeral por motivos religiosos.
Esa tragedia marcó su vida. “¿Para qué sirve una religión si ni siquiera puedo despedir a mis seres queridos?”, se preguntó, y comenzó a alejarse de los Testigos de Jehová.
Más adelante, siendo ya adulto, le preguntó a su mamá: “¿Sabes cuánto sufrí?”.
“No sabía que estabas pasando por un momento difícil. Lo siento”, respondió ella.
Pese a que su madre le ofreció disculpas, jamás admitió que su religión estaba equivocada.
El hombre alude a Yamagami cuando declara a Mainichi: “Su madre era igual a la mía. Dedicaron sus vidas no a sus familias, sino a su religión”.
Por ello, advierte: “Hay niños que están a merced de la religión”. Y añade: “Espero que la sociedad les dé una mano para que puedan elegir sus propias vidas”. (International Press)
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