(ARTÍCULO PUBLICADO EL 04 DE ABRIL DE 2022 EN EL DIARIO EL COMERCIO, LIMA, PERÚ. PUBLICACIÓN AUTORIZADA POR DICHO MEDIO Y POR EL AUTOR)
El resultado de la moción de vacancia presidencial no oculta la realidad. La mayoritaria y creciente desaprobación del Gobierno singulariza las limitaciones del presidente para afrontar los problemas del país y para aprovechar históricas oportunidades. El Congreso tampoco se salva en las encuestas, carece de simpatías y las oposiciones cargan con sus pasivos.
Igualmente, sostuvo: “Rechazar esta moción de vacancia no significa que los temas no sigan siendo investigados; todo lo contrario, estamos dispuestos a seguir colaborando con las indagaciones”.
Horas después, la vicepresidenta, que había mantenido un administrado silencio, afirmó: “Si la familia o el entorno del presidente está no habido, yo les sugiero que se pongan a derecho […]. Preséntense y den la cara […]. Caiga quien caiga”.
Dada la magnitud de la crisis, la gran mayoría de peruanos demanda diálogo y acuerdos porque el fracaso del presidente perjudica al país. Así, enfrentaríamos dos caminos: darle una oportunidad o negársela.
Dada la magnitud de la crisis, la gran mayoría de peruanos demanda diálogo y acuerdos porque el fracaso del presidente perjudica al país. Así, enfrentaríamos dos caminos: darle una oportunidad o negársela.
Dado que el entrampamiento parece no tener fin, si no se recoge el guante y el presidente sigue gobernando con impunidad, aumentará la conflictividad política y social. Si, a pesar de sus grandes pasivos, esta vez se le cree, puede construirse un camino democrático, constructivo, condicionado y superador, aunque sea temporal.
Considero que correspondería que el presidente y las oposiciones dialoguen, concuerden y pacten públicamente respecto de lo que la primacía de la realidad indica. ¿Y qué nos indica?
Lo acordado constituiría un “Pacto de Concordancia Nacional” por un período de tres años, deponiendo las armas y silenciando el lenguaje bélico para encaminar la reconstrucción y la construcción del país
Para pactar y ejecutar, no hay tanto que inventar. Debemos partir de una visión integral e integradora del país, y el Gobierno no la ofrece. Acorde con una visión integral e integradora, razonablemente construida y compartida, se acuerdan mínimos y máximos de las reformas priorizadas y las medidas necesarias para lo que sobran competencias y ejemplos empíricos técnicamente medibles de lo que da y de lo que no da resultados, recordando que el país demanda del presidente transparencia y resultados, principalmente.
Lo acordado constituiría un “Pacto de Concordancia Nacional” por un período de tres años, deponiendo las armas y silenciando el lenguaje bélico para encaminar la reconstrucción y la construcción del país, según sea el caso. Después que cada quién tiente su suerte política y que el elector lo juzgue.
Si este camino y apuesta políticamente disruptiva gozara de la máxima prioridad, concordar el pacto no debería tomar más de tres meses porque la crisis se agudiza profundizando carencias.
El reto dicho y escrito está. Si las oposiciones lo asumen y el presidente no obra en consecuencia, entenderemos que sus ofrecimientos carecieron de voluntad, que su genérica admisión de errores no comprometió enmienda alguna, que la guerra continúa. En suma, entenderemos que no fue ‘palabra de presidente’