A pesar que llevo más de un mes con vacaciones forzadas, se me hace muy difícil compartir lo que pienso y pasa por mi cabeza.
No, no es sobre el conflicto bélico que a nadie interesa convencer al pequeño, que lo mejor para ellos es declararse país neutro. Menos es sobre algún indulto que sospecho durará poco.
Tampoco sobre las horas que vengo pasando en internet, donde he descubierto un segmento de audiencia, similar a las novelas. Mini dramas de no más de veinte minutos donde las injusticias en diferentes escenarios, son el común denominador. Miles de comentarios y reacciones que pasan de cien mil. O esos videos llamados mukbang, que no puedo terminar de ver ninguno, pues no le veo atractivo ver una persona, comer y comer sin parar oyéndolo cómo mastica. Solo los veía intentando descubrir si dichos videos estaban manipulados y pareciera que no.
Ni siquiera analizar el escándalo de los aficionados principiantes al negocio de traer encomiendas por avión en el equipaje, conocido como Courier, que terminaron siendo “burrier”. Por mi parte, llevo años usando los servicios de una empresa con más de dos décadas en el mercado. Voy a lo seguro.
Irse a lo seguro, esa es la historia que prefiero compartir. Es que a finales de diciembre, tuve una pequeña intervención quirúrgica donde me extirparon unos pólipos y a mediados de enero fui a ver los resultados de las biopsias.
A lo seguro, me extirparían unos diez centímetros del colon y los ganglios linfáticos cercanos para ver si no hubo metástasis. No quedaría con secuelas de limitaciones fisiológicas…
Tienes cáncer, me dijeron.
Me quedé sin palabras mientras procesaba la frase, el médico siguió hablando de opciones y más pruebas. Solo respondía con la cabeza sí a todo, en especial a la fecha y hora en la que había cupo para el primer examen. ¿No hay problemas con el trabajo? Preguntó el médico y le respondí que no. No me imagino a nadie consultando su agenda para ver si tiene algo más importante que hacer.
Y acabada la prueba, me consultaban si podía tal día para el siguiente examen, siempre decía que sí. En dos semanas, pasé cinco días intermitentes en el hospital, algunas veces sin comer desde el día anterior, otras sin desayuno el mismo día. Hasta que llegó la cita médica más importante. Qué opciones tenía y qué recomienda el médico. A lo seguro, me extirparían unos diez centímetros del colon y los ganglios linfáticos cercanos para ver si no hubo metástasis. No quedaría con secuelas de limitaciones fisiológicas. Obvio que pedí sea lo más rápido posible, se podía la operación a mediados de febrero, internado hasta finales del mes y en descanso médico en casa, todo marzo. Ya fui a ver los resultados: No quedó cáncer, no hubo metástasis, ahora debo ir todos los años para revisarme que este no ha regresado.
Adicto a la lectura, me la pasé leyendo sobre el cáncer, en especial del que tenía y debo reconocer, que algunas veces desperté en la madrugada invadido por el miedo de que había llegado mi cuenta regresiva. Pero esta posibilidad te lleva a pensar en muchas otras cosas, profundas e importantes, hasta hice un escueto testamento.
Mis mayores pensamientos eran si estaba usando mi tiempo, en cosas que valieran la pena. Sobre todo, cómo era la forma que quería pasar mi vida. Todos llegamos a este mundo con fecha de caducidad, solo no sabemos cuándo es. Tarde o temprano debemos dejar este mundo. La vida es una sola. He aprendido que hay que saber soltar el pasado, que el futuro es incierto, solo así se puede vivir a plenitud el presente.
Sea cual fuese el clima, lo disfruto.
Nos seguimos leyendo.
(*) Kike Ponze, periodista, inmigrante en Japón.