Cuando comenzó la pandemia de coronavirus en 2020, el esposo de una mujer en la treintena que reside en la región de Kanto actuaba como todo el mundo: se lavaba las manos con frecuencia y siempre usaba una mascarilla cuando salía de casa.
Un año después, sin embargo, la mujer comenzó a notar cambios en el comportamiento de su cónyuge con respecto al virus. En marzo de 2021 le dijo por primera vez: “El coronavirus es una mentira”, revela en una entrevista concedida a Mainichi Shimbun.
En el verano comenzó a consumir de manera compulsiva videos que sostenían que las vacunas son “armas asesinas”, entre otras afirmaciones sin ningún sustento científico.
Cuando la mujer, madre de dos chicos, escuchaba a su esposo difundir mentiras sobre las vacunas y el virus, lo refutaba, hasta que en una ocasión él le dijo: “¿Crees en el coronavirus? Si crees, entonces iré a buscar nuestros papeles de divorcio”.
La mujer dejó de replicar a su esposo, con quien lleva casada unos diez años. Su única fuente de ingresos es su trabajo a tiempo parcial. Al no ser económicamente independiente, ella, siendo realista, piensa que el divorcio no es una opción.
Mientras tanto, el estrés crece cada día que pasa.
Una mujer de 54 años que reside en Tokio atravesó por una situación similar que el de la japonesa de Kanto.
Sin embargo, la mujer de Tokio logró divorciarse de su esposo, con el que estuvo casada durante más de 20 años.
El divorcio, en febrero de 2021, puso fin a una relación que se deterioró durante la pandemia por un esposo que no solo negaba que el coronavirus matara gente, sino que llegó a decir que los ataques terroristas del 11 de septiembre eran una mentira.
El hombre decía que la estadística de muertes como consecuencia del virus era una mentira del gobierno japonés y distribuía entre sus vecinos volantes en los que aseguraba que nadie moría por el coronavirus.
El japonés salía a beber con sus amigos y no usaba mascarillas.
La mujer decidió divorciarse después de hablar sobre el tema con sus dos hijos. Ella no solo temía que su esposo contrajera el virus y contagiara el resto, sino también el impacto social en sus vidas.
Su hijo universitario, por ejemplo, temía que durante su búsqueda de trabajo las empresas descubrieran a través de las redes sociales la clase de persona que es su padre.
El hombre, divorciado y alejado de su familia, no da su brazo a torcer. Entrevistado por Mainichi, insiste en que no hay nada que temer con respecto al coronavirus y que las vacunas contienen microchips y son parte de una conspiración de los poderes que gobiernan el mundo. (International Press)
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