Yuma Banba, un joven de 25 años que reside en la prefectura de Saitama, recuerda que cuando era niño viajaba en la parte trasera de la motocicleta Honda CBX400F que su padre conducía. Su papá, Hiroshi, miraba hacia atrás y le preguntaba si estaba bien. El niño asentía con la cabeza.
Un día, notó que la motocicleta había desaparecido. Cuando le preguntó a su padre por ella, Hiroshi no le respondió, pero le entregó un guante de béisbol y un bate nuevos.
Yuma estaba por ingresar a la escuela de secundaria y su gran deseo era jugar béisbol.
Su padre, hombre de pocas palabras, nunca le dijo nada, pero Yuma se enteró después de que su padre había vendido su vieja y amada moto para comprar el guante y el bate. Padre soltero de dos chicos, Yuma y su hermana Miyu, el dinero no sobraba en el hogar de los Banba.
En una entrevista a Asahi Shimbun, Yuma recuerda que su papá convirtió una parcela del campo que estaba frente a la casa de la familia en un área de entrenamiento de béisbol, y lo acompañaba a sus juegos en la escuela.
Además, le preparaba bento (caja de comida) todas las mañanas.
Yuma concluyó sus estudios y comenzó a trabajar en una fábrica de automóviles.
Mientras tanto, el joven había notado que su padre parecía menos vigoroso, como si algo le faltara, cuando lo encontraba viendo televisión los fines de semana. Le faltaba su moto, le faltaba salir a devorar kilómetros con ella y encontrarse con el viento, le faltaba viajar.
Yuma decidió entonces recompensar a su padre por el sacrificio que había hecho. Cada yen ahorrado de su duro trabajo en la fábrica lo acercaba a su gran anhelo: comprarle una moto a su papá. Este año lo logró. Y fue una sorpresa para Hiroshi.
El joven le pidió a su padre de 44 años que lo acompañara a un taller de mantenimiento de motocicletas. Hiroshi, nostálgico, vio una moto del mismo modelo que él que tenía.
Yuma le entregó la llave de la moto y le dijo: “Papá, gracias por todo”. Hiroshi, sorprendido, no dijo nada. Hombre parco, acariciaba el asiento de su Honda. Sin duda, la felicidad iba por dentro.
El joven no se conformó con cualquier modelo de Honda. Le pidió al dueño del taller que le consiguiera exactamente el mismo que tenía su padre, el CBX400F.
El propietario de la tienda le dijo que ese modelo, de la década de 1980, ya no se fabricaba, y que si quería uno tendría que pagar un precio mayor. A Yuma no le importó, estaba decidido a regalarle a su papá el CBX400F aunque costara más.
Ahora Hiroshi, como antaño, viaja en motocicleta, pero no lo hace solo. Lo acompañan, en sus respectivas motos, además de Yuma, su hija Miyu, de 21 años.
Sus hijos sacaron licencias de conducir motos y se compraron unas para acompañar a su padre. Los fines de semana, los Banba salen de viaje en moto. (International Press)
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