Misión de vida: japonés de 96 años narra su infierno en Siberia

Masaru Nishikura

 

Después de trabajar hasta los 90 años como asesor de pensiones, Masaru Nishikura estaba listo para llevar una apacible vida como jubilado.


Todo cambio cuando visitó un museo dedicado a los japoneses recluidos en Siberia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, ubicado en Tokio. Los recuerdos le llovieron: en 1945, fue capturado después de la derrota de Japón y enviado a un campo de internamiento en la antigua Unión Soviética.

Tenía solo 20 años y pasó los siguientes 3 en un sitio donde, subraya, no fue tratado como un ser humano.

Masaru, que hasta su visita al museo apenas había compartido su terrible experiencia, ni siquiera con su familia, decidió entonces contar su historia.


Hoy tiene 96 años. Enviudó hace poco, en agosto (su esposa de 92 años murió tras una larga enfermedad), pero mantiene firme su propósito de transmitir a las nuevas generaciones el horror de la guerra. “La guerra no es aceptable”, declara a Mainichi Shimbun.

Masaru fue reclutado por el ejército en enero de 1945. Lo asignaron al norte de Corea, en la frontera con la ex Unión Soviética, con la orden de cavar un hoyo y esperar a los tanques enemigos. Antes de que pudiera finalizar su tarea, Japón fue derrotado.

El joven japonés fue desterrado a un campo en Siberia, donde a una temperatura de 30 grados bajo cero se le ordenó enterrar una tubería de agua en el helado suelo.


Golpeado por el frío y el hambre, sin fuerzas, por más que golpeaba el suelo con un pico apenas provocaba grietas en la superficie.

En el verano su situación no mejoró. Estuvo hospitalizado durante un mes tras desmayarse con fiebre alta. Tan mal estaba que los otros prisioneros creían que había muerto.


Masaru sobrevivió al infierno, pero no a la culpa del superviviente. “Me sentí mal por haber regresado con vida”, dice, recordando a todas las personas que murieron en cautiverio en Siberia.

En honor a ellos, Masaru leyó sus nombres durante un reciente evento, como si pasara lista y aún estuvieran presentes.

El japonés, cada vez más cerca del centenario, ha encontrado en su labor como narrador un nuevo propósito de vida, una misión que espera cumplir mientras siga con vida. (International Press)

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