Con el segundo gabinete siguen las divergencias entre los objetivos del gobierno en políticas de Estado y los objetivos inmediatistas, cortoplacistas del partido.
Y sin haber cambiado mucho lo de fondo tenemos un nuevo gabinete ministerial que ha comenzado a trabajar presentándose con propuestas de concertación en varios niveles y con siete grandes líneas de trabajo de dimensión nacional. Ahora tiene que demostrar coherencia en la práctica de cada uno de los ministros, y en particular de la Primera Ministra, para convencer no solo al Congreso sino a la ciudadanía que, por lo que se ve en las encuestas, sí está dando al gobierno del Presidente Castillo los mencionados 100 días de gracia, dejándole un poco más de tiempo para el cumplimiento de sus principales promesas.
Sin embargo, al día siguiente de la juramentación del nuevo gabinete vuelven a aparecer las diferencias y contradicciones entre el gobierno y el partido Perú Libre que llegó a la presidencia, hecho que también aparece como causa de la debilidad del nuevo gabinete.
Escojamos dos ejemplos: las relaciones internacionales y el tema de la hoja de coca. Dos retos nacionales en los cuales los objetivos y propuestas del partido divergen con las del gobierno peligrando la posibilidad del éxito en lo que, supuestamente, son y deben ser políticas de Estado.
Sobre lo primero, parece que el presidente Castillo quedó muy contento con su viaje internacional a México y a Nueva York, con sus reuniones públicas en la OEA, en la ONU, en el Banco Mundial, FMI, empresarios, etc. donde anuncia relaciones abiertas con todos los países y apertura a la inversión privada extranjera en el Perú.
Mantener al canciller Óscar Maurtua en el segundo gabinete es casi un premio a lo bien que resultó este primer contacto internacional. Sin embargo, aparece la reunión semi escondida con Nicolás Maduro y, ya en días recientes, el nombramiento de un dirigente del partido Perú Libre, Richard Rojas, como nuevo embajador del Perú en Venezuela, previo reconocimiento de Nicolas Maduro como presidente legítimo del país amigo, importante diferencia con la política con Venezuela, en materia de democracia y los derechos humanos, seguida por gobiernos anteriores.
El partido ha ganado este campo de acción, pero sin tener en cuenta los intereses nacionales y las relaciones con otros países amigos con los cuales hay compromisos de Estado.
No tan lejos del tema de las relaciones internacionales tenemos la política de Estado sobre el cultivo de la hoja de coca y al tratamiento que debe darse a la lucha contra el narcotráfico que, como todos sabemos, incluye una relación especial con EEUU y, se quiera o no, con los países fronterizos como Colombia, Bolivia y Brasil.
De nuevo el partido toma una posición divergente, no solo con el nombramiento del ministro del Interior sino con declaraciones de varios dirigentes de Perú Libre en defensa de los cocaleros y en contra de la erradicación sin proponer mejores soluciones a este viejo y gravísimo problema nacional, manteniendo así posiciones populistas y cortoplacistas.
Con el segundo gabinete siguen las divergencias entre los objetivos del gobierno en políticas de Estado y los objetivos inmediatistas, cortoplacistas del partido, manteniendo una falta de cohesión interna y poniéndole frenos a una gestión que necesita mayor velocidad para conseguir éxitos significativos en el período de gracia que los sectores populares le están otorgando. Necesitamos con suma urgencia que todos entendamos que las políticas de Estado (que son políticas para todos los peruanos…) son absolutamente necesarias para superar las diferentes crisis que, desde hace décadas, no le permiten avanzar al Perú avanzar como se merece.
(*) Exalcalde de Villa El Salvador.
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