Si no mejora el trato a los trabajadores extranjeros en Japón, se irán a países como Corea del Sur

«Temo que el nuevo sistema pueda terminar como una repetición del programa de aprendices (extranjeros)», dice Shoichi Ibusuki, un abogado que ayuda a extranjeros en Japón, en declaraciones que recoge Kyodo.


Con el “nuevo sistema”, Ibusuku se refiere a los dos nuevos estatus de residencia cuya entrada en vigor está prevista para abril de 2019 y que ampliará la fuerza laboral extranjera en el país.

El abogado espera que no se repitan casos como el de la pasante camboyana Eng Pisey, de 33 años, que trabajaba en la prefectura de Gifu.

La mujer cayó enferma por trabajar con frecuencia desde la mañana hasta la madrugada del día siguiente, incluso en feriados. Durante una conferencia de prensa, dijo que le pagaban entre 300 y 500 yenes (2,66 / 4,43 dólares) la hora, muy por debajo de la paga mínima de 800 yenes (7,1 dólares) en la prefectura en 2017.


«Estoy muy, muy triste. Nadie me habló sobre el salario barato (antes de venir a Japón)… solo quiero irme a casa», manifestó.

La mujer está en un refugio, no puede trabajar y no tiene cómo pagar una deuda de 4.000 dólares que contrajo para viajar a Japón. En su país tiene un hijo.

El programa de aprendices extranjeros ha sido criticado por ser, en muchos casos, una fuente de mano de obra barata. El año pasado, más de 7.000 pasantes huyeron de sus centros de trabajo debido a los bajos salarios o los malos tratos.


Con el nuevo sistema en marcha desde el próximo abril, Japón enfrenta el desafío de garantizar entornos de trabajo decentes para los extranjeros e integrar a las personas con diferentes idiomas y culturas en la sociedad, remarca Kyodo.

Los aprendices representan alrededor del 20 % de los 1,28 millones de extranjeros que trabajan en Japón, según cifras de octubre del año pasado.


Si bien el gobierno ha prometido que bajo el nuevo sistema los trabajadores extranjeros tendrán garantizado el mismo nivel de pago que los japoneses que realizan el mismo trabajo, el abogado Ibusuki advierte de que el plan gubernamental no detalla el papel de los intermediarios, que podrían jugar un rol similar en el nuevo sistema al que tienen con los aprendices, a quienes explotan mediante el cobro de comisiones.

He ahí el mayor problema, afirma. El 98 % de las violaciones a las leyes laborales no se denuncian, pues los pasantes tienen miedo de perder sus empleos y no poder pagar sus deudas, indica.

Por su parte, Shigeru Yamashita, director gerente de una organización con sede en Tokio que ayuda a los vietnamitas que trabajan en Japón, dice que si Japón continúa sin mejorar el trato a los trabajadores extranjeros, muchos de ellos, a la larga, migrarán a otros países, como Corea del Sur, donde los procedimientos son mucho más simples y están estrictamente controlados por el gobierno.

La organización proporciona servicios de consulta a través de las redes sociales y actúa como mediador transmitiendo las quejas de los vietnamitas a las empresas para las que trabajan.

Los vietnamitas, con 106.000 personas, constituyen la mayor proporción de pasantes extranjeros en Japón.

Mientras tanto, Keizo Yamawaki, experto en políticas de integración de migrantes, señala que para que el nuevo sistema sea un éxito se debe trabajar para lograr la integración de los extranjeros.

Kyodo recuerda que cuando Japón revisó su ley de control de inmigración en 1990 y comenzó a aceptar nikkei brasileños (habría que añadir que también de otros países de América Latina), hubo “fricciones” entre japoneses y extranjeros debido a problemas de convivencia como el recojo de la basura y el ruido. La barrera del idioma mantuvo separados a ambos grupos humanos.

Por eso, Yamawaki sugiere que el gobierno japonés actúe rápidamente para ayudar financieramente a los municipios en sus preparativos para mejorar sus servicios multilingües.

El experto considera que se deben compartir casos modelo de integración.

Asimismo, pide una ley que prohíba todas las formas de discriminación contra los extranjeros -como en otros países desarrollados- y educar a los japoneses desde las escuelas en primaria para crear una atmósfera cómoda para los extranjeros.

Para Yamawaki es importante difundir entre la población japonesa la idea de que los extranjeros contribuyen a la sociedad; de lo contrario, “un aumento en el número de extranjeros podría llevar a más discordia y posiblemente diseminar prejuicios y discriminación». (International Press)


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