Por @JorgeBarrazaOK
“Gracias por acercar el Mundial a los pobres», afirmó hace unos días Samuel Eto’o en relación al nuevo Mundial con 48 selecciones -a partir de 2026- que el Consejo Ejecutivo de la FIFA aprobó este martes 10 en Zurich en sesión relámpago. ¿La Copa de los pobres…? El nuevo Mundial comenzará con 16 grupos de 3 equipos cada uno y los dos primeros de cada grupo pasarán a octavos de final. Y hete aquí que habrá 16 equipos europeos, uno en cada triangular. No es descabellado pensar que puedan pasar los 16 europeos y los chicos, debutantes o “pobres” como llama Eto’o se vuelvan a casa enseguida. En cuyo caso parecerá más bien una copa para ricos.
Siempre alentamos los cambios, porque la vida es una evolución constante y el fútbol no puede quedarse en 1930. No puede ser el único campo de la existencia humana que debe permanecer atornillado al pasado. Que avancen la tecnología, el conocimiento, la industria, las comunicaciones, la aviación, que nazcan la telefonía móvil, Internet, la laptop, el GPS, el pen drive, el Wi Fi, la fotografía digital, el auto eléctrico, los trasplantes de corazón, de riñón… y que el fútbol se siga jugando con la misma pelota y los botines de 1920, porque era romántico, y que el árbitro sea un señor gordo de bigotes y pantalones largos… Escapa a toda lógica.
Hemos alentado las innovaciones porque, además, la historia ha demostrado que los cambios siempre resultaron ser buenos. Cuando se implantaron las tarjetas amarillas y rojas, millones dijeron que era una tontería. No lo fue. Cuando se impusieron las 3 sustituciones en el juego, que mantienen la dinámica de un partido… La flexibilización del offside, que premia a quienes desean marcar goles… La regla del pase atrás al arquero que impide la quema de tiempo… La Copa Libertadores, cuando de jugarse sólo con los campeones agregó a los subcampeones y se convirtió en un apasionante torneo… La misma Copa América cuando integró a México y Estados Unidos, incluso la última con 16 equipos que fue tan bonita… Los propios Mundiales, que fueron de 16 a 24 equipos y luego de 24 a 32, porque antes había 40 países que jugaban y sabían de fútbol, hoy juegan 211 y sabe una gran mayoría, lo demostró hace un mes el Kashima japonés goleando a Nacional de Medellín y dándole un susto gigante al Real Madrid. Hasta hace veinte o veinticinco años el vulgo se quejaba del aumento de participantes en los Mundiales: “¿Para qué quieren más…? ¿Para que entren equipos como Japón, Corea, Australia, Estados Unidos…?” Hoy, seguro no lo dicen.
Incluso el incremento a 32 desde Francia ’98 les permitió a muchas selecciones –Ecuador, Japón, Australia, por caso- empezar a frecuentar muy seguido la élite mundialista. Fue una acertada ampliación y es un número adecuado para albergar, en una fiesta final, a los mejores 32 de un universo de 211 (el 15%). Llegar a un Mundial es un antes y un después en el devenir de muchas asociaciones. Es acceder a un estrato superior. Todo el que lo logra se autoexige clasificar a los siguientes y eleva su nivel. Ecuador y Japón son también un paradigma de lo que eso significa
Sin embargo, el anuncio de un Mundial de 48 equipos significa una suba del 50% de concursantes, y esto es, cuanto menos, audaz. El nuevo esquema lleva la competencia de 64 a 80 encuentros. Quienes lo impulsaron argumentan que, pese a ello, durará los mismos días que Brasil 2014: 32. Cierto, aunque también es verdad que en los primeros 16 días se apelotonarán 64 partidos a razón de 4 por día, o sea un diluvio de nombres, himnos, ciudades, goles, jugadas, amarillas, polémicas, etc. Que nos pasarán por delante como a quien contempla el paso de los autos por una autopista de alta velocidad.
Lo que no cierra es el pobrísimo argumento de que esta medida servirá para dejar 640 millones de dólares más. ¿Esa es toda la excusa para semejante modificación…? Triste, aunque entendible: es otra exigencia de la televisión, ese monstruo que reclama más y más partidos y hay que tirárselos como el cuidador del zoológico le arroja una chuleta al león, este hace glup y pide otra, y otra más.
Otro punto, al menos extraño, es la velocidad meteórica con que se aprobó una reforma de tinte revolucionario, porque esto no es agregar el cuarto árbitro, ni aumentar el número de suplentes, sino una bisagra en la historia de los Mundiales. Casi sin debate y a libro cerrado. Los clubes europeos fustigaron el anuncio por el tratamiento inconsulto. Esto ilustra cómo será el estilo Infantino. El nuevo pope del fútbol Mundial no perdió tiempo en debates ni consultas, se basó en estudios técnicos. Se rodeó de una guardia pretoriana: las Leyendas FIFA, un grupo de notables exjugadores y entrenadores que se declaró abiertamente en favor del Mundial con 48 equipos. Lo hizo José Mourinho en la última edición de la revista oficial de la FIFA, y también Diego Maradona, Carles Puyol, Marco Van Basten, Raúl, Fernando Hierro, Ronaldinho, Trezeguet, etcétera. También ha influido, seguramente, la descascarada imagen de la dirigencia por los casos de corrupción. Muchos van a las reuniones como pollos mojados.
En el futuro esquema desaparecerán los grupos de 4 equipos que hasta hoy son la base del torneo, y que resultan tan atractivos. Una pena. No obstante, lo inquietante es que se rumorea (y siempre que se rumorea, sucede) que no habría más empates en los Mundiales. El empate es un resultado natural del juego. Esto puede promover el fútbol defensivo, por el miedo a perder y quedarse afuera de arranque.
Pero aún no ha sido confirmado, como no han sido oficializados los cupos que tendrá cada Confederación. Un anticipo dice que será así: Europa 16 (3 más que hasta ahora), África 9,5 (+4,5), Asia 8,5 (+4), Concacaf 6,5 (+3), Conmebol 6 ó 6,5 (+2 o + 2,5) y Oceanía 1 (+ 0,5). Sudamérica es el que menos recibe, pero no tiene cómo quejarse, si recibiera 6,5 plazas y ganara el repechaje metería al 70% de sus representantes, el porcentaje más alto de todas las confederaciones. El fútbol africano, posiblemente el más estancado en nivel, recibe el premio gordo. Asia también avanza considerablemente, pero es muy entendible desde lo político: entre ambas suman justo 100 asociaciones (54 África, 46 Asia), con lo cual deciden cualquier elección presidencial. Con tal adelanto, el actual presidente de la FIFA tiene el guiño de ambas para las elecciones de 2020 y 2024. Hay Infantino para rato.
Faltan 9 años para 2026. Pueden suceder cosas en el medio. No nos gusta augurar fatalismos, puede que resulte un acierto. Pero el Mundial está espléndido así como es. Ojalá no se bastardee.
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
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