La ganó con el envión, con los ahorros, casi burocráticamente al final. Pero la ganó. Barcelona es campeón de España una vez más: su estrella número 24. Que en la Madre Patria tiene un sabor especial por la puja entre los dos colosos: no es sólo el placer de ganarla uno, sino que la pierda el otro. Al Madrid, digan lo que digan los medios madridistas, se le fue otra liga. Y que la estrella se la quede alguien que dice no sentirse español…
“Esta liga sabe a sufrimiento. Y sabe a gloria”, dijo Iniesta. Más a lo primero, agregamos. “Es el torneo de la regularidad. La liga la gana el más regular. Cuando ganas esto nunca puede ser una temporada mala. Vamos a pelear por el segundo título en una semana”, concluyó. Siempre la imagen que queda es la del final, y esa fue discreta. Los cinco triunfos y 24 goles a 0 con que se despidió del torneo no suenan convincentes. «Hace 25 años no la habríamos ganado porque muchas veces nos hundíamos en nuestro propio pesimismo», graficó con acierto Piqué. Le faltaban al barcelonismo la confianza y la altivez actuales.
Había que vencer en Granada y se cumplió: 3-0 con triplete de Suárez. Un trámite. Granada no fue rival, no hizo la menor oposición. Si había maletines dando vuelta, no eligió el que le ofrecía el Real Madrid. Pateó su primer tiro al arco en el minuto 57. Cuenca tenía el gol para descontar, pero definió pobremente y tapó Ter Stegen. Es todo el análisis que resiste futbolísticamente este último compromiso.
Cabe vanagloriar, sí, toda la primera parte del torneo, de la que hoy pocos se acuerdan. Allí fue un equipo vistoso, contundente, inaguantable para los rivales. Hasta el día del empate en Villarreal el 12 de marzo, que fue como si le hubiese caído una caja fuerte en la cabeza. Ganaba 2-0, permitió que le empataran y entró en un tobogán: derrotas consecutivas ante el Madrid (1-2), Real Sociedad (1-0) y Valencia (1-2). Un punto ganado sobre 12. Y toda la enorme ventaja de 10 unidades, evaporada. Ahí debió apelar al oficio, a los destellos individuales de Messi y Suárez para sostener la punta. Ganó los cinco encuentros sin agradar ni erradicar la angustia. Desde el comienzo de la era Guardiola (2009) fue la conquista con menos lucimiento. Esa caída estrepitosa ante el Real Madrid en el Camp Nou lo desfiguró como equipo.
En Madrid, Marca y As le siguen festejando los logros individuales a Cristiano Ronaldo, pero lo que queda en el tamiz de la historia son los títulos. Y CR7 ha ganado una liga en 7 temporadas..
El domingo, ante el Sevilla, podría hilvanar su segunda corona en la temporada con la Copa del Rey, aunque más que el título debe recuperar el brillo de su fútbol, la espectacularidad que lo distinguió estos últimos años. Le queda el armazón: el toque, la posesión, la personalidad para salir a dominar a cualquier rival en cualquier cancha; le faltan solidez y distinción. Se ha apoyado en la potencia ofensiva que le da el tridente de ataque, sobre todo por la generación de juego de Messi y los goles de Suárez. Justamente el Pichichi ganado por Suárez le aporta un arabesco adicional al título: 40 tantos en liga y 21 más entre Champions y Copa del Rey, una temporada fantástica del uruguayo, delantero de todas las épocas, al que siempre es mejor tenerlo a favor y nunca en contra. Un tanque con talento, mente de acero y voracidad goleadora que hace todo en favor del equipo. Hay que agregarle la lucha sin cuartel que plantea a todas las defensas y sus movimientos de desmarque y explotación de los espacios vacíos. Sin duda esta Liga quedará señalada con su nombre. Marcó 13 goles en los últimos 5 partidos, cuando más se lo necesitaba. Es otro que está aniquilando adjetivos.
La temporada excepcional de Suárez le da para pelear el Balón de Oro. Claro, falta consagrar al campeón de la Champions, de la Eurocopa, de la Copa América… todo ello puede arrojar novedades, pero Lucho tiene altas chances de subir al podio. La pregunta es: ¿irá a la gala del Balón de oro si resulta ternado después de la brutal sanción que le aplicó la FIFA…?
También hay que decir que estamos en la era de Messi. Leo lleva jugadas 12 ligas y ha ganado 8, fue subcampeón en 3 y tercero en la restante. Desde que él apareció, Barcelona le ha sacado 17 títulos de ventaja al Madrid contando nacionales e internacionales. Que pueden ser 18 si gana la Copa del Rey. En sólo 11 años. El pánico que tenía el madridismo de que Leo fuera el nuevo Di Stéfano, pero en contra, se ha cumplido.
En Madrid, Marca y As le siguen festejando los logros individuales a Cristiano Ronaldo, pero lo que queda en el tamiz de la historia son los títulos. Y CR7 ha ganado una liga en 7 temporadas en la Casa Blanca. Eso explica si los goles que anota sirven o no. A quién le convierte y en qué circunstancias.
Cuando acaben los festejos, el Barsa deberá reconstruir el equipo para las próximas temporadas si desea mantenerse al máximo nivel. Sabiendo que su peor rival es el calendario, tiene apenas once jugadores, no un plantel. Ni para hacer cambios le da. Durante los partidos grandes casi no hace variantes Luis Enrique porque sabe que el que entra fresco no mejora al que está jugando mal o cansado. Esto es porque contratan jugadores que no dan la talla. Por los últimos dos refuerzos -Aleix Vidal y Arda Turan- desembolsó una fortuna. El turco costó 34 millones de euros más 7 en variables (si es campeón, si juega tantos partidos, etc.). Vidal supuso 18 millones, más 4 por objetivos. Con seguridad el Barsa habrá pagado por ambos 63 millones. No juegan. Vidal muchas veces no figura ni en las convocatorias (pese a que el entrenador lo recomendó) y Arda entra en los últimos 10 minutos sin incidencia ninguna en el juego. Pero Messi, y ahora Suárez, disimulan todo. Estando fresco, Barcelona es un gran equipo, pero está para jugar una vez cada siete días, no tres torneos a la vez.
Esa renovación tal vez deba comenzar por Iniesta. Duele decirlo por ser un sujeto tan querible, un deportista ejemplar y un artista del juego. Pero lleva mínimo tres temporadas siendo invisible, sin peso ni influencia sobre el funcionamiento del equipo. Algún toque exquisito, alguna pared, con lindo estilo, sí, pero demasiado escaso su aporte. También necesita jugadores que discutir la titularidad de los que están. Para peor, La Masía no le aporta nuevos talentos.
Neymar es un caso aparte. Número uno en las redes sociales, en la cancha está unos cuantos puestos más abajo. Hace tiempo se lo ve involucionado, estancado. Es la antítesis de Suárez. Amaga mucho, concreta muy poco.
Pero es la hora del festejo. Vivimos la edad de oro del Barcelona. ¿Hasta cuándo se extenderá…?
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
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