Dilma Rousseff, la dama de hierro que mantiene su hegemonía en Brasil

Dilma Rousseff (foto Agencia Brasil)

 

Su mayor reto durante su nuevo mandato será relanzar la economía del gigante sudamericano


Dilma Rousseff (foto Agencia Brasil)
Dilma Rousseff (foto Agencia Brasil)

Javier Roibás Veiga / EFE

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, reconocida por su fuerte carácter y su marcado perfil técnico, fue reelegida hoy con un apretado 51,45 % de los votos, tras ser escrutado el 98 % del censo, y aumentará a 16 años la hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil.


La jefa de Estado se impuso en las elecciones más ajustadas y polarizadas en la historia de Brasil al senador socialdemócrata Aécio Neves, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que obtuvo el 48,55 %.

Con un nuevo mandato de cuatro años, la dirigente del PT consiguió mantener la hegemonía de esta formación política en el país, en el poder desde que Luiz Inácio Lula da Silva asumió su primer mandato en 2003 tras derrotar al PSDB del expresidente Fernando Henrique Cardoso.

Con un marcado perfil técnico y de «gerentona» irreductible, Rousseff logró imponerse a Neves, un líder opositor con fama de «galán», con una campaña que se basó en recordar hasta la extenuación las bonanzas de los programas sociales ampliados durante su mandato e iniciados en el Gobierno de Lula, su mentor político.


A pesar de que en algunos momentos el candidato del PSDB apareció adelante en los sondeos y puso en duda la reelección de la primera mujer que gobierna en el país más grande de Latinoamérica, Rousseff demostró que, si de algo sabe, es de cómo recuperarse de los golpes y volver al partido.

Natural del tradicional estado de Minas Gerais, dos veces divorciada y abuela gracias a su única hija, Rousseff es descendiente de un inmigrante búlgaro y de una profesora brasileña.


En su juventud apoyó a grupos armados clandestinos que se oponían al régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985 y a los 19 años fue torturada durante semanas en los tres años que pasó presa por el delito de «subversión».

Cuando dejó atrás esta fase de su vida, la «dama de hierro» brasileña, apodo por el que muchos la conocen debido a su fuerte carácter y a su fama de autoritaria, estudió economía y ocupó varios cargos técnicos en el Gobierno regional en el estado meridional de Río Grande do Sul, donde inició carrera política y trabajó hasta que Lula la reclutó para su Gabinete en 2003.

En aquel entonces era una desconocida para la mayoría del electorado brasileño e incluso hubo voces dentro del PT que cuestionaron la decisión del carismático Lula.

Poco pareció importarle al expresidente, quien la convirtió en su mano derecha y después la impuso como candidata del partido en las presidenciales de 2010, momento en el cual se recuperaba de un cáncer linfático del que logró curarse un año después.

Su fuerte personalidad, que en ocasiones raya con la dureza, es algo que la estigmatiza como una persona carente de carisma, una faceta muy desarrollada de la personalidad de Lula, pero que no le ha impedido convencer a más de la mitad de los 142,8 millones de votantes que estaban llamados hoy a las urnas.

Esta economista de 66 años se ubica en el lado izquierdo del espectro político y destaca por su compromiso con las medidas de redistribución de la renta que sacaron de la pobreza a 30 millones de personas durante el Gobierno de Lula, algo que le ha proporcionado el apoyo de las clases populares.

En cuanto a su política exterior, la líder del PT se ha dicho dispuesta a reforzar la posición brasileña en el grupo de los países emergentes o BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), así como a promover un acercamiento entre los países del Mercosur y los de la Alianza del Pacífico.

Su relación con Estados Unidos parece estancada tras el escándalo de espionaje en el que denunció que sus comunicaciones y correos electrónicos habían sido interceptados por los servicios de inteligencia norteamericanos.

El mayor reto que tendrá que afrontar Rousseff en los próximos cuatro años será el de relanzar la economía del país, que, según los expertos, terminará 2014 con un crecimiento muy por debajo de lo previsto a principios de año, y recuperar la confianza de la inversión internacional, más favorable a la llegada de Neves.

 

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