1-7: Crónica de una tragedia anunciada

David Luiz y Thiago Silva, baluartes de una selección que no pudo con la presión (foto Getty Images/FIFA)

 

Brasil padeció en exceso la presión y dio muestras de ello durante la competición


David Luiz y Thiago Silva, baluartes de una selección que no pudo con la presión (foto Getty Images/FIFA)
David Luiz y Thiago Silva, baluartes de una selección que no pudo con la presión (foto Getty Images/FIFA)

Manuel Pérez Bella / EFE

 


La eliminación de Brasil en las semifinales de «su» Mundial, con una auténtica paliza contra Alemania, sorprendió por lo abultado del resultado (1-7) pero no por el naufragio de la Canarinha, esperado por muchos desde antes del inicio de la competición y con más motivo por la lesión de Neymar.

La lesión de la única estrella de la Canarinha en los cuartos de final no es suficiente para explicar el derrumbe completo del equipo de Luiz Felipe Scolari ante una Alemania que ganaba por cinco goles antes de la media hora en el partido jugado en Belo Horizonte, aunque sí fue determinante para sacudir la moral de los jugadores.

Todos los integrantes de la selección brasileña se vieron muy afectados por la ausencia de Neymar y por su partida de la Granja Comary en helicóptero-ambulancia un día después de que el colombiano Camilo Zúñiga le fracturase una vértebra con un rodillazo en la espalda.


Tanto Scolari como la prensa y los aficionados brasileños trataron de convertir la lesión del astro de la selección en un incentivo, en una motivación para los otros 22 jugadores.

No se habló de otro tema desde el pasado sábado por la noche en Teresópolis, ciudad donde Brasil se concentra en la sierra de Río de Janeiro.


La psicóloga Regina Brandão, amiga personal de Scolari, contratada para apoyar a la selección, hizo horas extras en el cuartel general del equipo para que los brasileños superasen el trance, pero su contribución no fue suficiente.

Los jugadores brasileños, lejos de reponerse del golpe, se desdibujaron en el campo y desaparecieron ante una Alemania física y mentalmente sólida.

Durante todo el Mundial, Brasil tuvo los nervios a flor de piel por la exigencia máxima que se impuso públicamente Scolari cuando asumió el cargo en diciembre de 2012 al decir que no le valía otra cosa que no fuera ganar el título en el Maracaná.

Esta selección joven, en la que apenas cinco jugadores de campo y los tres porteros superan los 30 años, padeció en exceso la presión y dio muestras de ello durante la competición.

El mayor exponente ocurrió durante los penaltis contra Chile en los octavos de final, cuando varios jugadores rompieron a llorar antes o durante la tanda y cuando el propio capitán, Thiago Silva, fue criticado por apartarse del grupo para rezar en solitario, en lugar de apoyar a sus compañeros.

El estado de tensión de los brasileños se hizo más notorio en el partido contra Chile (foto Getty Images/FIFA)
El estado de tensión de los brasileños se hizo más notorio en el partido contra Chile (foto Getty Images/FIFA)

Thiago Silva incluso se colocó el último de la fila para tirar a puerta, por detrás del portero Julio César, en una actitud aún criticada por la prensa.

La bisoñez de Brasil la sintió hasta el exfutbolista Ronaldo Nazário, que vio desde la cabina de comentaristas de la televisión Globo cómo Miroslav Klose le arrebataba el título de mayor goleador de los mundiales.

«Alemania llegó muy fácil, como si fuera contra un juvenil», así resumió la debacle brasileña el exdelantero del Real Madrid y del Barcelona, poco después del quinto gol alemán en el Mineirão, en el minuto 28 de la primera parte.

Los motivos para el desastre son muchos, una selección de jugadores cuestionable -siempre lo es en un país que produce tantos jugadores-, un cambio de entrenador un año y medio antes del inicio del Mundial o el exceso de confianza.

Quizá una de las causas más patentes es la falta de preparación, algo cuestionado día tras día por los periodistas que siguieron los entrenamientos en la Granja Comary, pero que nunca preocupó a Scolari.

Antes de las semifinales, los titulares sólo se entrenaron un día, en una única práctica en la que Scolari hizo incontables cambios para buscar un sustituto a Neymar.

El hecho es que Brasil no jugó un buen Mundial, pese a las declaraciones de los jugadores y de la comisión técnica que celebraban una evolución del juego de la selección partido a partido.

En una primera fase contra rivales teóricamente fáciles, Brasil ganó dos partidos, 3-1 contra Croacia y 4-1 contra Camerún, y empató sin goles contra México.

Un gran Chile llevó a Brasil a los penaltis en octavos y los anfitriones sudaron para ganar por 2-1 a Colombia en los cuartos y el martes sucumbió sin paliativos ante el primer gran rival por el título al que se enfrentó, en una goleada que tardará décadas en ser olvidada en el llamado «país del fútbol».

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