Por estos días en que está sentenciándose la Copa de Rey en España aflora el recuerdo de un choque (nunca tan gráfico el término) entre el Real Madrid y el Granada CF por ese trofeo, llamado entonces Copa del Generalísimo, por el dictador Francisco Franco, que como todo tirano que se precie autorizaba a sus aduladores a poner su nombre hasta en los frascos de conserva. Ocurrió en junio de 1974, por lo que están cumpliéndose 40 años, pero fue un suceso tan tristemente célebre en el fútbol español que se ha tornado imborrable. Y sirve para pintar la brutalidad insólita que reinaba en el fútbol de antes (en especial desde mediados de los ’50 hasta 1990 aproximadamente). Ese fútbol que muchos ex futbolistas intentan vendernos como maravilloso en tanto denigran el actual.
La anécdota nos la contó un famoso futbolista uruguayo, campeón del mundo con su club, a quien no nombraremos; no es el caso comprometerlo. Fue en 1974, en un partido por Copa del Rey entre el Real Madrid y el Granada al que llamaban “de los carniceros”. Se referían al argentino Ramón Aguirre Suárez (un martillo), al uruguayo Julio Montero Castillo (“Era como un tractor, te pasaba por encima”, recuerda su compañero Ildo Maneiro hoy) y al paraguayo Pedro Fernández (pesaba 85 kilos, era macizo, bestial y, según cuentan sus colegas, generaba miedo de verdad a los rivales), quienes cimentaron una leyenda negra de violencia y mala intención. La víctima del caso fue Amancio Amaro, el notable puntero derecho blanco, máxima estrella madridista de los ’60, el Cristiano Ronaldo de entonces. Fernández ya tenía varios episodios de agresiones a jugadores merengues.
“Esos del Granada eran unos leñeros tremendos -narra el ex volante uruguayo-. Fernández tenía una fuerza descomunal y era terrible pegando. Fue el Granada a jugar a Madrid y Amancio, cansado de que el paraguayo lo cepillara, le metió un codazo y le rompió la nariz. Parece que los del Madrid se la tenían jurada por broncas anteriores y lo patearon en el suelo. Le dieron duro entre dos o tres y fue retirado en camilla. Cuando lo estaban sacando, el paraguayo le dijo a Amancio: ‘Nunca vayas a Granada porque te mato… Nunca vayas’. Amancio sabía que no era en broma. Pasó ese torneo. Al año siguiente jugaban Granada y Real Madrid; Amancio no fue. Pasó el tiempo y otra vez en el calendario Granada-Madrid. Amancio dijo: ‘Este ya se debe haber olvidado’. Y fue. Fernández lo estaba esperando. En una jugada venía Amancio eludiendo gente, pasó a uno, a otro y el paraguayo, que estaba como último hombre, se afirmó bien y le metió un planchazo brutal a la altura del muslo. Lo partió, lo rompió todo… prácticamente lo retiró del fútbol”.
En efecto, tres días después, un titular del diario ABC, de Madrid, señalaba: “Se apunta la posibilidad de que no pueda volver a jugar”. Le infligió una lesión rarísima: fractura de cuádriceps. Los tapones se le incrustaron en el muslo y los médicos lo compararon “con la cogida de un toro”. Amancio estuvo mucho tiempo inactivo y, aunque volvió a jugar unos pocos partidos al año siguiente, nunca pudo recuperar su plenitud física. Esa lesión aceleró su ya cercano retiro. A Fernández le dieron 15 partidos de suspensión, que debían ser 25 si Amancio no se recuperaba en 15 días. Y pasó mucho más que eso, pero la pena quedó nomás en quince jornadas, hasta hoy la sanción más extensa de la historia en la Liga Española. Se habló incluso de que si volvía a reincidir, a Fernández se le quitaría la licencia de futbolista.
El guaraní se quejó: “Me sancionaron por la televisión”. Efectivamente, tuvo que ser penado de oficio, pues ni siquiera fue amonestado. Más: el árbitro Jaime Oliva en principio no cobró falta. Luego, percatado de la gravedad del hecho, dio un tiro libre.
Aunque nunca quiso volver a ver a Fernández, los años ablandaron el recuerdo de Amancio y hasta le agregó una cuota de humor: “La suerte que tuve fue que no pude moverme, si me levanto, venía Aguirre Suárez atrás”. El Granada jugaba en Primera normalmente, sin ningún problema. Las salvajadas eran comunes en el juego y se expulsaba poco y nada.
Las imágenes de la escalofriante entrada de Fernández, que aún vive en Granada, pueden hallarse en Internet. Ayer veíamos el video de Celtic 0 – Atlético de Madrid 0, una de las tantas carnicerías del pasado. Fue por semifinales de la entonces Copa de Europa de 1974. Después de decenas de patadas alevosas de los jugadores rojiblancos, el juez turco Dogan Babakán se animó a expulsar a tres ‘Colchoneros’: los argentinos Ayala y ‘Panadero’ Díaz y el español Quique. Debieron ser seis o siete. La roja al ‘Panadero’ fue por un patadón a las costillas de Johnstone. La violencia rojiblanca causó indignación nacional en Escocia. Cuando pasaron por el aeropuerto de Glasgow para regresar a Madrid, un oficial de migraciones primero le selló el pasaporte a un jugador español, luego se lo escupió. La UEFA amenazó al Atleti con graves sanciones si había problemas en el juego de vuelta. No obstante, la afición ‘colchonera’ estaba rabiosa con Babakán y hasta se entonaba un cántico piadoso: “Perdónale al turco, Señor”.
El fabuloso Jimmy Johnstone fue el blanco principal de los golpes atleticanos. Jimmy, uno de los futbolistas más valientes que este cronista haya visto jamás, había sido víctima, siete años antes, de una de las peores cacerías de la historia del fútbol, en la Copa Interncontinental de 1967 entre Celtic y Racing. Fue en el desempate en Montevideo. Le pegaban de tres, de a cuatro, le tiraban a las rodillas, a las costillas, golpes en el rostro. Y el colorado iba e iba, parecía buscarlos. Hasta que se hartó y comenzó a devolver trompadas. El inefable juez paraguayo Rodolfo Pérez Osorio expulsó a dos de Racing (Rulli y Basile) y a tres del Celtic: Hughes, Lennox y… Johnstone. Afortunadamente está todo filmado; ni Cruyff puede desmentirlo.
Era el fútbol que había.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol. Columnista de International Press.
VEA LA PATADA DE FERNÁNDEZ A AMANCIO
Descubre más desde International Press - Noticias de Japón en español
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.