Tokio refuerza sus barrios más tradicionales ante la amenaza de un gran terremoto

Aumentan medidas de seguridad en zonas con casas de madera y angostas callejuelas

Casi un año y medio después del gran terremoto de 2011, Tokio, una de las mayores metrópolis del mundo, insiste en reforzar sus barrios más vulnerables, plagados de casas de madera, ante la amenaza de un seísmo en el corazón de la urbe.


Según una nueva estimación del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio unas 9.700 personas fallecerían si se produjera actualmente el peor de los escenarios: un temblor de más de 7 grados Richter en el norte de la bahía que baña esta conurbación de más de 30 millones de habitantes.

Estos datos son el resultado de haber tapizado con casi 300 sismómetros, colocados en intervalos de entre 2 y 5 kilómetros, el suelo de la región de Tokio, en un proyecto concluido recientemente y que ha llevado cuatro años.

Las lecturas de los aparatos han permitido establecer que el punto de fricción de la placa de Filipinas con la placa Eurasiática bajo el norte de la bahía de Tokio está 10 kilómetros más cerca de la superficie de lo estipulado anteriormente, lo que supone temblores más intensos si se produce un seísmo en este punto.


Gracias a esto se han realizado las nuevas estimaciones y se han trazado cuatro escenarios sísmicos posibles, en vez de uno solo, en los que se incluyen ahora terremotos en dos zonas tierra adentro y otro en el mar, fuera de la bahía, que provocaría inundaciones y un tsunami de más de dos metros.

Sin embargo, el terremoto en el norte de la bahía de Tokio permanece como la peor de estas posibilidades, con casi 10.000 muertos de los cuales unos 5.600 perecerían a causa del desprendimiento de techos, de los cortes producidos por cristales, de la caída de postes o del derrumbamiento de muros y edificios.

El resto fallecería a consecuencia de los incendios desatados en Shitamachi, la zona más añeja de Tokio, especialmente en distritos como los de Edogawabashi, Arakawa, Adachi o Sumida, plagados de viviendas con cimientos de madera, explica a Efe Shinichi Sakai, profesor asociado del Instituto de Investigación de Terremotos.


Por ello, tanto ayuntamientos como comunidades de vecinos de éstas áreas se afanan por reforzar las medidas para prevenir y mitigar desastres, más aún tras contemplar los efectos del terremoto del 11 de marzo de 2011.

Ichitera-Kototoi, en Sumida, es con sus casas de madera (algunas de las cuales sobrevivieron milagrosamente el terremoto de 1923 y los bombardeos estadounidenses) y sus sinuosas y angostas callejuelas uno de esos barrios considerados de alto riesgo en caso de terremoto.


«Nos gustaría hacer nuestras calles más anchas para evitar la propagación de incendios y levantar zonas verdes a modo de cortafuegos. También eliminar los muchos callejones sin salida para facilitar la evacuación», explica un portavoz del grupo de vecinos Hitokotokai, Shigemoto Sahara.

De este modo, Ichitera-Kototoi ha logrado que, a la hora de reformar sus viviendas, muchos vecinos cedan algo de sus reducidas parcelas para ampliar en varios metros algunas calles, e incluso que otros renuncien a una buena franja de terreno para que los callejones cortados tengan salida a otra vía.

Además, Hitokotokai organiza simulacros en colegios y promociona un sistema que, mediante canalones y tanques, almacena unas 10 toneladas de agua de lluvia que, en caso de desastre, pueden extraerse con bombas manuales en diversos puntos del barrio para extinguir fuegos o incluso para beber, previo filtrado.

Gracias a estas iniciativas y a que el terremoto del 11 de marzo ha reforzado el espíritu de comunidad («kizuna», en japonés), cada vez más vecinos jóvenes y recién llegados al barrio se unen a Hitokotokai, al igual que ha sucedido en grupos similares de todo el país desde el año pasado, confirma Sahara.

Los 12.000 vecinos de Ichitera-Kototoi cuentan además desde mayo con un apoyo extra: las cámaras de precisión instaladas en la Tokyo Skytree, la torre de comunicaciones más alta del mundo, situada a apenas un par de kilómetros.

Desde ahí, dos dispositivos colocados a 260 metros de altura, y coordinados desde la propia torre y el Centro de Prevención de Desastres de Sumida, pueden detectar, gracias a unos potentes teleobjetivos y un sistema de filtrado, el foco de un incendio incluso en el aeropuerto de Haneda, a 18 kilómetros de ahí. (EFE)

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