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«Estamos en la ciudad santa de Jesús, es un privilegio de Dios estar acá», afirma colombiana
Peregrinos de todo el mundo y palestinos cristianos recorrieron hoy los pasos de Jesús hacia la cruz, en un Viernes Santo que este año ha coincidido con el inicio de la Pascua judía o «Pesaj».
Bajo un sol de justicia del que sólo era posible esconderse en las más estrechas y frescas callejuelas del Vía Crucis, una marea humana siguió hoy al patriarca latino, Fuad Twal, y al custodio franciscano de Tierra Santa, Pierre Battista Pizaballa, por las catorce estaciones.
La procesión, amorfa en estructura porque cada grupo y parroquia rezaba a su propio ritmo y en su propio idioma, comenzó poco antes del mediodía en la parte baja de la ciudad vieja de Jerusalén.
De ahí, en lento pero desordenado paso por cada una de las estaciones de la Vía Dolorosa, avanzó por las estrechas calles del zoco palestino, que desde hace cientos de años es testigo mudo del Vía Crucis.
Las interminables tiendas de tejidos, negocios de productos eléctricos pequeños, calzado, cerámica armenia, cristal de Hebrón, objetos sagrados de las tres religiones y puestos de comida, cedieron hoy por unas horas el protagonismo a dos grandes pero simples cruces de madera de olivo, única iconografía de la Semana Santa de Jerusalén.
Las cruces las llevaban a hombros una docena de cristianos palestinos que a lo largo del recorrido se fueron intercambiando para ceder el privilegio a otros.
Un privilegio que, sin haber llevado la cruz, comparten los miles de peregrinos que hoy completaron el recorrido de menos de un kilómetro.
«Me siento superfeliz, lo recibo como un regalo de Dios, es la oportunidad que Dios me ha dado conocer esta tierra, estoy tan contenta y tan agradecida con el Señor», dijo a Efe Luz Amparo Montoya Escobar, una colombiana que hoy hizo el recorrido por primera vez a pesar de que vive en Israel desde hace varios años.
Gloria Helena Moncada, otra colombiana que «reincide» por tercer año en la procesión, afirmó que «estar aquí es una emoción tan grande que no se puede describir».
«Estamos en la ciudad santa de Jesús, donde dio los pasos él, es un privilegio de Dios estar acá y todo el mundo que tenga la oportunidad de venir a la ciudad santa de Jesús debe hacerlo», señala.
La procesión, que apenas dura hora y media, llega hasta el Santo Sepulcro, que alberga las últimas estaciones del Vía Crucis y donde tienen lugar las últimas plegarias.
Begoña Ochoa, una barcelonesa que ha venido a pasar la Semana Santa en Jerusalén en compañía de su marido colombiano, Juan Camilo, destaca la importancia de que aquí «se junten todas las religiones», algo que para ella da un toque particular a la jornada.
El Vía Crucis se celebra a la misma hora a la que los musulmanes acuden en masa a la mezquita de Al-Aksa para las oraciones del viernes y, este año, coincide, además, con el inicio de la Pascua judía, lo que se ha traducido en las pequeñas calles de la ciudad antigua en un incesante flujo de personas cada una con sus atavíos religiosos e indumentarias típicas.
El Pesaj, que dura siete días en Israel y ocho en el resto del mundo, comenzará esta noche al caer sol, cuando las familias se sienten alrededor de la mesa para, antes de una copiosa cena festiva, leer la «Hagadá», la «historia» del éxodo de Egipto de la mano de Moisés, según la narración que hace la Biblia.
Creencias religiosas a un lado, los judíos ven el Éxodo como el episodio que les constituyó como pueblo por primera vez, hace poco más de 3.000 años.
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