Trabajos del pintor francés se exhiben en el Museo Mitsubishi Ichigokan de Tokio
Con 250 trabajos de Henri de Toulouse-Lautrec, principalmente grabados, el Museo Mitsubishi Ichigokan de Tokio abrió el miércoles las puertas a la mayor colección desplegada en Japón del genial pintor y grabador francés.
La exhibición, titulada «Toulouse-Lautrec. Albi-París: Maurice Joyant, la herencia del artista», muestra parte de la colección personal del tratante de arte Maurice Joyant, amigo y principal impulsor de la obra del pintor francés, y otra veintena de obras procedentes del Museo Toulouse-Lautrec de Albi (Francia).
Su reconocida labor documentando gráficamente el alocado París «fin de siglo» constituye la principal atracción, aunque la exposición traza también un extenso recorrido geográfico y biográfico a través de la obra del artista, en la que se destaca la influencia de grabadores japoneses como Utamaru, Sharaku o Hokusai.
El primero de los tres periodos que quedan reflejados en el Museo Ichigokan repasa la infancia y juventud de Toulouse-Lautrec, a caballo entre la región de Mediodía Pirineos, que le vio nacer, y la Gironda, con la exhibición de algunos de sus primeros trabajos bajo la tutela de su profesor de pintura, René Princeteau.
La selección pasa por óleos que retratan paisajes de su querida Albi o de sus familiares, en los que el pintor mostraba ya su talento para captar siluetas, o caricaturas que desvelan su gran sentido del humor, como «Henri de Toulouse-Lautrec por sí mismo», dibujada a los 15 años.
El espacio central de la muestra está dedicado íntegramente a su producción parisina y principalmente a sus conocidos «affiches», que revolucionaron la disciplina del cartel publicitario e inmortalizaron a bailarinas como «La Goulue» (La glotona) o Jane Avril, o al comediante Aristide Bruant.
Desde aquí, el visitante desfila ante el variado muestrario de personajes del París bohemio de fin del XIX, desde bailarinas hasta aristócratas o vividores anónimos, retratados por Tolouse-Lautrec en circos o cafés teatro, y por supuesto, en el Moulin Rouge.
La exposición se cierra centrándose en la última década de la vida del pintor, ya como artista reconocido y muy afectado por su adicción a la bebida.
A este periodo corresponden litografías de programas teatrales, de portadas de libros o de publicaciones como «La revue blanche» y también de su breve época londinense, de la que se exhiben dos de sus dos trabajos más reconocidos: «Confetti» y «La Chaîne Simpson». (EFE)
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