Trabaja en hospital de Miyagi y decidió quedarse tras el terremoto
Cuando se produjo el terremoto del 11 de marzo, Rita Retnaningtyas, una enfermera indonesia de 35 años que trabaja en un hospital de Miyagi, estaba de descanso en su casa.
Al principio, creyó que era un temblor más. Pero cuando el sismo comenzó a crecer en intensidad, salió corriendo rumbo al hospital, que está a cinco minutos a pie de su casa.
Cuando Retnaningtyas llegó, el tsunami aún estaba lejos, pero mientras intentaba calmar a los pacientes veía cómo se acercaban grandes olas de hasta diez metros de altura.
Por suerte, un cerro funcionó como muro de contención y evitó que el hospital fuera inundado.
Retnaningtyas es casada, tiene dos hijos y llegó a Japón gracias a un acuerdo bilateral de libre comercio.
En un discurso que pronunció en Yakarta el 22 de marzo, el embajador japonés en Indonesia, Kojiro Shiojiri, agradeció especialmente a Rita por quedarse en Miyagi para socorrer a los damnificados.
Cuando se le informó de las palabras del embajador japonés, Retnaningtyas dijo con modestia que no era el único extranjero que había decidido permanecer en Miyagi.
Tras el sismo, Rita trabajó más allá de su horario regular de 8 a. m. a 5 p. m. »Durante una semana, trabajamos todos los días, sin electricidad, sin agua potable y sin comunicación con el mundo exterior. Utilizamos linternas para ver a los pacientes», recuerda.
Retnaningtyas regresó a Indonesia el 23 de marzo después de que el hospital le pidiera que tomara unas vacaciones de un mes en su país. »En realidad, todavía me quería quedar, pero mi supervisor me dijo que lo mejor para mí era que me fuera a casa y tomara un descanso», confiesa.
»Lo que me decidió a quedarme después del terremoto fue el espíritu de lucha del pueblo japonés», subraya.
Cada vez que un damnificado le preguntaba por qué no se había ido a su país, ella le respondía: »Por ti».
»Yo me hice más fuerte después de ver que los japoneses no entraban en pánico y que mantenían su espíritu vivo. Ellos son realmente una gran nación», manifiesta.
La enfermera indonesia fue testigo de primera mano del compromiso y la dedicación de los japoneses tras el desastre, sobreponiéndose al propio dolor. Una colega suya había perdido a su esposo y a su hijo pero continuaba trabajando, atendiendo a los pacientes y durmiendo entre los refugiados.
»Por supuesto voy a volver a Miyagi después de mis vacaciones”, asegura Rita Retnaningtyas.
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