
Recientemente tuve el privilegio de visitar Tailandia, donde pude sentir profundamente el “calor del corazón” que conecta a Japón con el mundo.
En este país donde convergen múltiples culturas, confirmé que existen señales claras de una convivencia posible más allá de las diferencias religiosas, culturales o lingüísticas.
Durante mi visita al famoso templo Wat Pho, en Bangkok, una imagen capturó especialmente mi atención: una fotografía del Papa Francisco en un histórico encuentro con altos monjes budistas tailandeses, compartiendo un momento de oración y respeto mutuo.
A pesar de sus distintas creencias, ambos líderes mostraban una conexión profunda desde el corazón. Esa escena representa, en mi opinión, la esencia de la sociedad en la que aspiramos vivir: una donde convivir no sea un ideal lejano, sino una realidad tangible.

Después de esa visita papal, se cuenta que los monjes tailandeses viajaron al Vaticano y ofrecieron escrituras budistas traducidas al tailandés. Juntos compartieron nuevamente oraciones y esperanzas. Este tipo de diálogo interreligioso es un mensaje poderoso para nuestro tiempo: que la empatía y el respeto mutuo pueden construir puentes firmes entre pueblos y culturas.
Durante mi estadía, también tuve la oportunidad de conocer a muchas personas en Bangkok y Pattaya. Las sonrisas cálidas, el trato respetuoso, el interés genuino por Japón… Cada una de esas experiencias me demostró el inmenso potencial que existe cuando superamos nuestras diferencias y caminamos juntos hacia una meta común.
(*) Presidente de Aizawa Corporation
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