Hoy quisiera hablarles sobre algo que me ha pasado y que seguramente a ustedes también: el amor adolescente. Sí, esa experiencia única y poderosa, tan intensa que a veces parece que nos supera. Ese primer latido acelerado al ver a alguien especial, y la emoción de descubrir el mundo a través de los ojos de otra persona.
Desde mi experiencia quiero ilustrar este sentimiento. Al ingresar a la escuela secundaria, conocí a un chico de tercer año y me enamoré, fue un flechazo; era lindo, alto y tenía buen humor, tenía todo lo que me gustaba de un chico. Un día me armé de valor y lo invité a salir, pero él me rechazó.
Cómo expresar lo que sentí ese día, fue como ir corriendo a mil por hora y estrellarme contra una pared. Mi mente había volado hasta la estratósfera, me había hasta imaginado la primera cita y todos sus detalles; pero como me rechazó estaba tan triste que comencé a auto despreciarme, diciéndome a mí misma que no era suficiente, que no era linda. Durante días me sumergí en un mar de inseguridades y dudas.
Un día, desesperada por encontrar una manera de superar este dolor, le pedí un consejo a una de mis maestras. Ella me habló sobre «la ley del espejo», que hace referencia a un fenómeno de proyección, un mecanismo de defensa por el que atribuimos a otras personas nuestras virtudes o defectos. Me explicó que muchas veces las inseguridades y críticas que creemos que los demás nos hacen, en realidad son reflejos de nuestros propios pensamientos y sentimientos hacia nosotros mismos. Lo que aprendí de esta conversación fue revelador. Me di cuenta de que el chico que me gustaba nunca me había dicho esas cosas negativas; era yo quien me estaba lastimando a mí misma. Comencé a entender que, para sanar y seguir adelante, necesitaba cambiar la forma en que me veía a mí misma.
Esta lección me enseñó que yo era suficiente tal como soy y que el rechazo es una parte de la vida. Comprendí que el amor, aunque sea difícil, nos ofrece valiosas lecciones. Nos enfrenta a inseguridades, miedos y a la difícil tarea de entender nuestros propios sentimientos. Pero también nos permite aprender a cuidar de nosotros mismos y a reconocer nuestro propio valor.
Pienso que el aspecto más hermoso del amor juvenil es su pureza; es un amor libre de cinismo, lleno de esperanza y con la creencia sincera de que todo es posible. A veces, estas primeras relaciones no duran para siempre, y aprendí que eso está bien; y que cada experiencia nos enseña algo valioso sobre nosotros mismos y sobre lo que buscamos en una pareja. Nos ayuda a definir nuestros límites y a reconocer lo que verdaderamente valoramos en una relación.
Deseo vivir esta etapa maravillosa de mi vida, aunque a veces sea como una montaña rusa de emociones; valorar, atesorar y aprender de estas experiencias, porque sé que en ellas se encuentran las semillas de mi propio crecimiento personal y emocional.
(*) Texto del discurso que ocupó el primer lugar, categoría Comunidad 1, en la final del 2º Concurso Intercultural de Oratoria de Español en la final que se realizó el 14 de septiembre de 2024 en la Torre de Roppongi Hills, Tokio. Emma Vea (16) es estudiante del primer año de la secundaria superior japonesa y representa a la Asociación Japonesa Peruana para la Integración, AJAPE.
