El día de hoy me gustaría escribir acerca de la culpa que podemos sentir en algún o algunos momentos del transcurrir de la vida, ¿Quién no ha sentido culpa alguna vez? Quizás por algo que hiciste “mal” o que dejaste de hacer … cualquiera fuese el caso, no podemos negar que es un sentimiento que puede llegar a ser muy desgastante y doloroso. Yo misma lo he experimentado con gran dolor alguna vez en mi vida y luego me di cuenta, que no sirve de nada, bueno si, solo para sufrir, señalarte y juzgarte sin piedad.
En mi trabajo de consulta con frecuencia puedo ver personas atravesando por distintas situaciones y en algún punto muchas de ellas coinciden, exacto, en el sentimiento de la culpa, ya sea sintiéndola en primera persona o culpando a otros; hoy me gustaría centrar esta columna en la culpa que podemos sentir nosotros mismos.
¿Sabías que esta palabra en la Biblia cristiana no solo hace referencia a un estado emocional, sino que también a un estado legal merecedor de castigo? La culpa está asociada al pecado y esta a su vez al castigo, es parte de nuestra cultura que, sin que seamos muy conscientes de ella, la tenemos (muchos) muy arraigada en nuestro ser.
El mes pasado estuve dictando unos talleres en Gunma y Saitama, algunas personas se animaron a compartir algunas experiencias y entre bromas y risas el resultado fue que muchas otras se identificaban con lo que iban escuchando y fue magnífico, en la retroalimentación que me dejaron leí mensajes como: “Yo pensé que era la única y me he sentido culpable por eso tanto tiempo …” Cuando escuchamos con el corazón y nos liberamos de juicios sucede algo maravilloso, aprendemos grandes lecciones de vida de los demás.
Lo mismo sucedió en el taller de la ciudad de Hanno, hablamos sobre como gestionamos el estrés, al terminar pudimos almorzar con algunos asistentes en el mismo evento, mientras conversábamos acerca de la vida en Japón, los hijos y el idioma japonés.
Un asistente comentó de manera radical que era terrible que se tomara a los hijos como traductores y una joven que ha sido criada aquí en Japón comentó que para ella había sido algo positivo, dijo que aunque sus padres no se lo pidieran, ella estaba atenta para apoyar a su familia, eso la hacía sentir muy valiosa y la había motivado a aprender aún más japonés, comentó también que le agradece a sus padres por todo y empezó a detallar una serie de ventajas que significó para ella ayudar a sus padres. Escuchar su testimonio fue maravilloso, una clara muestra de la individualidad de las personas.
Al momento de despedirnos, la persona que había tenido una postura radical respecto a este tema le abrazo fuerte y casi con los ojos llenos de lágrimas le dijo: “Muchas gracias, llevo años sintiéndome mal y hoy después de escucharte me siento tan aliviada”.
Todos los casos no son lo mismo definitivamente, lo que le hace bien a una no le va a hacer bien a la otra, pero con certeza cuando nos escuchamos y hablamos con el corazón, lejos de juzgarnos y castigarnos sucede algo maravilloso, NOS DAMOS CUENTA, dejamos de ver la vida en blanco y negro y nos abrimos a un arcoíris de colores en donde la vida se disfruta y se vive con amor hacia uno mismo y los demás.
Si sientes culpa revisa tus pensamientos sin juzgarte y con mucho amor, piensa que le dirías a tu hijo o hija si te contara tu propia situación, recoge esas palabras con el corazón, responsabilízate de tu ser y permítete ser feliz. Si aún persiste ese sentimiento de culpa e interfiere con tu vida diaria de alguna manera, te invito a buscar ayuda profesional.
(*) María Kobayashi
Licenciada en Psicología
Colegio de Psicólogos del Perú: 53333
Posgrado en Terapia Racional Emotiva Conductual
Psicoterapeuta Gestalt
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