“Tengo una hermana de 12 años y necesito enviarle dinero”, dice una mujer birmana de 25 años residente en la prefectura de Ishikawa que tras el terremoto del 1 de enero no ha podido volver a trabajar.
La joven encontró refugio en una escuela con un grupo de compatriotas.
Su caso no es aislado. Hay compañías que emplean a aprendices extranjeros y que, forzadas a cerrar por el sismo, no saben cuándo podrán retomar sus operaciones, advierte Mainichi Shimbun.
Uno de esos negocios es un supermercado que si bien se salvó de la destrucción total, aún no cuenta con agua y se desconoce cuándo podrá reabrir.
En el supermercado trabaja un grupo de extranjeras que cuando la tierra comenzó a temblar estaban en la residencia que la empresa les ha asignado para vivir.
El movimiento telúrico era tan fuerte que la mujeres no podían mantenerse en pie y huyeron del edificio.
Las extranjeras estaban paradas en la calle, sin saber qué hacer, cuando vieron a unos vecinos pasar corriendo. Cuando les preguntaron por qué, uno de ellos respondió: “Se acerca un tsunami. Deberían evacuar”. Las mujeres comenzaron a correr.
Actualmente las aprendizas están en un hotel utilizado como refugio en la ciudad de Kanazawa, capital de la prefectura.
“Estoy en Japón para enviar dinero a mi familia. ¿Qué pasará con nosotros ahora?”, se pregunta una de ellas en declaraciones a Mainichi.
Pensando en personas como ellas, Kazuo Yamada, director de una organización sin fines de lucro que apoya a los residentes extranjeros en Ishikawa, pide a las autoridades que encuentren rápidamente formas que permitan a los damnificados obtener ingresos.
En la misma línea, un funcionario de una organización supervisora relacionada con los aprendices demanda que las autoridades restablezcan con prontitud las infraestructuras para que las empresas que los emplean puedan operar nuevamente.
Ishikawa alberga a 4.139 aprendices extranjeros, según cifras de fines de 2022. De ellos, aproximadamente el 30 % trabaja en la región de Noto. (International Press)