Ni vacancia presidencial ni cierre del Congreso, por Michel Azcueta

 


“Érase una vez un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Érase una vez cuando yo soñaba el mundo al revés”. Esa vieja canción mitad crítica, mitad pedagógica, intentaba que pensáramos que puede haber diferentes realidades y diferentes modos de entenderla, aunque iba en contra de toda imagen cultural de las mayorías…Y se me ha venido a la cabeza al observar todo lo que hemos vivido esta semana… ¿Cómo explicarlo?

Un toque de queda que, en lugar de dar miedo, animaba a salir a la calle sin  que las mayorías lo acataran; unas movilizaciones formadas esencialmente por ciudadanos de los distritos ricos de Lima mientras los ciudadanos de los  llamados “distritos populares” se dedicaban a sus tareas indiferentes a dichas  movilizaciones; una dirección del Congreso que invita a dialogar al Presidente  quien cortésmente acepta y se levanta de la reunión antes de llegar a  acuerdos; un Primer Ministro supuestamente de izquierda que pone a Adolfo Hitler como modelo de líder del desarrollo y lo hace con toda naturalidad, consciente o inconscientemente de lo que proclamaba: un silencio de las principales organizaciones políticas y sociales y comunicados de las embajadas de Alemania y de Israel escandalizadas, horrorizadas por la mala memoria colectiva; unos congresistas que coherentes con su modo de vida y sus sueldos  se atreven a considerar la eliminación de impuestos para el lomo fino, el  faisán, la carne importada, el caviar, uniéndolos -también consciente o  inconscientemente- con el pan, al pollo, al arroz… y así toda la semana.

¿En qué sociedad vivimos? ¿Quién ve estas realidades? ¿Quiénes siguen con los ojos vendados? En estas circunstancias, ¿se puede presentar y debatir propuestas nacionales para salir de las crisis que estamos viviendo?


Desde la primera vuelta electoral y, más aún, desde la declaratoria de vencedor de las elecciones al profesor Castillo, muchos ciudadanos a nivel nacional, desde las diferentes regiones del Perú, venimos defendiendo la necesidad de contar con un gobierno de unidad nacional, con acuerdos concretos entre los líderes políticos, económicos, sociales, académicos, con un compromiso serio de alcanzar juntos objetivos mínimos comunes a todos los  peruanos con plazos definidos. Hubo propuestas similares de diferentes colectivos nacionales. Lo vivido esta semana donde la incapacidad de trabajar juntos propuestas comunes se ha hecho más manifiesta y pone realmente en peligro el futuro del Perú nos obliga a volver a presentar este planteamiento.

No es solución, en mi opinión, vacar al presidente Castillo ni es solución cerrar el Congreso ni defender nuevas elecciones en unos meses. Ya hemos vivido esta experiencia en menos de dos años con los resultados que vemos día a día. Al no haber partidos ni organizaciones fuertes, representativas, democráticas, lo más seguro es que seguiremos con el mismo tipo de autoridades, hablando en general, que no tienen el liderazgo convocante para, con participación directa de la ciudadanía, dirigir los procesos de cambio que el Perú necesita.

Me permito recordar, a pesar de que se me pueda interpretar mal, el primer gobierno de Fujimori ante las crisis que se vivía en el Perú en 1990, quizás algo diferentes que las actuales, pero crisis igualmente graves en lo político, en lo económico, en lo social. Se logró formar un gobierno de unidad nacional, con presencia de ministros de Izquierda Unida, del PPC, de AP, de profesionales independientes que pusieron las bases en el Congreso y en el Ejecutivo para que el Perú saliera de las terribles crisis que nos tocó vivir. Es cierto que Fujimori, meses más tarde, prefirió la salida dictatorial con apoyo militar y presencia de la mafia corrupta de Montesinos, en lugar de aceptar la salida democrática que políticos de diferentes partidos, honestos y con experiencia de gobierno, le ofrecieron. 


Es cierto que las circunstancias son otras y que tanto la institucionalidad como los liderazgos actuales en todos los niveles están muy debilitados y hasta desprestigiados y rodeados por la corrupción que alcanza niveles vergonzosos al haberse instalado en lo más alto del Estado, de la empresa y de la política, pero habría que intentar un gobierno de unidad nacional respetado y apoyado tanto por el presidente Castillo como por el Congreso de la República.

De nuevo nos estamos manifestando en esta línea muchos ciudadanos y la Asamblea Nacional de Gobernadores Regionales también ha alzado su voz, dando, en la práctica, un ultimátum al presidente y al Congreso para que se tomen medidas inmediatas para solucionar los problemas que estamos viviendo por todo el país partiendo de una unidad nacional.


Todo ello supone un nivel de humildad y compromiso del presidente Castillo y de los actuales congresistas para que reconozcan que ni uno ni otro han demostrado liderazgo ni acierto en sus propuestas llenas de inmediatismo, cortoplacismo y hasta de intereses personales. No significa que ellos pierden autoridad o funciones, sino que apoyen a un primer ministro y a un Consejo de ministros pluri partidario que pueda trabajar con visión y conocimiento de gestión sin que sea cambiado cada siete semanas.

Quizás parezca utópico, pero nos atrevemos a repetir: ni vacancia presidencial ni cierre del congreso ni nuevas elecciones son solución sino un gobierno de unidad nacional basado en objetivos mínimos comunes y alcanzables. ¡Hay que intentarlo y como he recordado la decisión que se tomó en 1990 y estamos en Semana Santa, añado… “que Dios nos ayude” …!

Abril 2022

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