Los tiempos de apogeo de la yakuza han quedado muy atrás. Las cifras son elocuentes: si en 1991 había alrededor de 90 mil mafiosos en Japón, en 2010 su número se había desplomado a 24.100.
La decadencia también se hace patente en el testimonio de un yakuza de alto rango que lleva más de 30 años como parte del crimen organizado.
En una entrevista concedida a Asahi Shimbun, amparado en el anonimato, el hombre recuerda que antes no era inusual que ganara aproximadamente 5 millones de yenes (41 mil dólares) mensuales y que en los mejores meses se embolsaba hasta 20 millones de yenes (205 mil dólares).
No solo eso. El hombre cuenta que antes pertenecer a una banda afiliada a Yamaguchi-gumi (la mayor organización criminal de Japón) en la región de Kansai era como llevar una “insignia de honor”.
Recuerda que cuando comenzó, a los 16 años, se sintió orgulloso cuando el jefe de su banda le entregó un juego de tarjetas de presentación.
“Estaba tan feliz que repartí 100 tarjetas en tres días”, rememora.
El hombre obtenía ingresos sobre todo a través del denominado “dinero de protección”: negocios (bares y restaurantes, por ejemplo) que pagaban a cambio de seguridad.
Hoy, el dinero que gana a través de la extorsión es un tercio del que percibía antes. Muchos de los bares y restaurantes que “cuidaba” han cerrado.
Ante el drástico recorte de sus ingresos, hay mafiosos que han recurrido a las estafas, algo que el hombre entrevistado por Asahi considera indigno de un yakuza.
“Siempre nos dijeron que las estafas eran una vulgaridad y que las personas mayores, especialmente, no deberían ser estafadas”, dice.
Los yakuza con “una pizca de orgullo” nunca caerían tan bajo, añade.
Un factor clave para el fuerte declive del crimen organizado en Japón es la ofensiva legal y policial de las autoridades.
Si antaño un yakuza podía operar abiertamente, al extremo de entregar tarjetas de negocios, hoy estas pueden ser usadas como evidencia de chantaje.
Actualmente, un tribunal puede ordenar al jefe de una banda que pague una compensación por un daño causado por un subordinado.
Ahora bien, que haya terminado la época en la cual la yakuza actuaba de manera ostensible, no significa que esté acabada, pues muchos están optando por la clandestinidad para no llamar la atención de las autoridades.
Un yakuza de alto rango asegura que su banda tiene alrededor de cinco veces más miembros de los que la policía cree. (International Press)
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