Antropólogos y sociólogos han escrito libros para definir y entender este fenómeno social que en sus propias características ocurre en diferentes lugares del mundo. Podríamos resumir que, cultura chicha, es una amalgama de costumbres de inmigrantes provincianos que se instalan en la capital, ubicándose en convivencia con otros grupos marginales.
En el Perú se inicia desde mediados del siglo pasado y en los 80 se suman los inmigrantes forzados que huyeron del terrorismo iniciado en el interior del país. Se podría apreciar un lado bueno, personas que comienzan de cero y surgen desde abajo. Emprendimiento ya conocido y experimentado por nosotros en estas islas.
El término chicha nace de la bebida oriunda desde el incanato y está más relacionado a lo informal, desordenado, estrafalario, incorrecto, mal gusto, fraudulento, ilegal, inescrupuloso, etc.
Una actitud idiosincrática negativa.
Muchos llegamos a estas islas y trajimos en el equipaje mental, el manual de la cultura chicha y sin querer queriendo sin darnos cuenta ni reconocerlo, ha brotado en algún momento. Más aún en estos dos últimos años de pandemia.
Por un lado, el emprendimiento de buscarse un ingreso económico, por ejemplo: venta de comida hecha en casa, taxi o delivery, rifas o sorteos de productos en internet, cortes de cabello, tratamientos de belleza, llevar y traer encomiendas desde el Perú en sistema courier, comisionistas o intermediarios de contratistas ofreciendo trabajos en prefecturas lejanas para construcción de pistas o instalación de paneles solares. Algunos de estos con un pie en la informalidad y el otro en la ilegalidad. Ojo con esto, la informalidad no pasa de ir a declarar impuestos pero la ilegalidad, puede significar, multa, cárcel y hasta deportación.
Muchos llegamos a estas islas y trajimos en el equipaje mental, el manual de la cultura chicha y sin querer queriendo sin darnos cuenta ni reconocerlo.
Kike Ponze
Entonces comienzan los problemas que por obvias razones no hay dónde quejarse ni prueba legal que ampare. Paquetes enviados por mensajería (courier) que nunca llegaron a destino y la persona damnificada primero recibe excusas para después ser bloqueada en internet y recién darse cuenta que no tiene una dirección dónde ir a seguir su reclamo.
Personas que participan de esas rifas y si no ganan se niegan a pagar los boletos comprados que por la dinámica y método del mismo, se pagan luego. Gente que acepta un trabajo en otra prefectura y no se presenta el día coordinado para salir de viaje; otros que van a instalar paneles solares y ante la ausencia de jefes sienten que están de campamento vacacional y no solo no trabajan, sino que hacen sus parrilladas con cervezas en el mismo lugar de trabajo colgando fotos en sus redes. Comisionistas que quieren tomar acción bajo un propio reglamento laboral y se niegan a pagar porque determinan que el trabajo estuvo mal hecho.
Ni que decir de quienes con cuentas falsas ofrecen celulares caros a precios tentadores y tentados que envían el dinero sin nunca recibir el preciado aparato que vale más de cien mil yenes pero se lo ofrecieron en treinta mil…
Las sacadas de trapitos al aire en internet, donde la Rosa de Guadalupe pasa a ser una serie aburrida, ya que en las redes, los protagonistas son mal que bien, conocidos en nuestra comunidad, algo “chicha” ahora.
De plus, como anécdota, quiero compartir que en las indagaciones y seguimientos de diversos casos para entender la problemática, en uno fui acusado de ser familiar de la otra parte y que mis preguntas estaban dirigidas a defenderlo. Que me hacía pasar por periodista, algo así como un periodista “chicha” para ponerlo en contexto al tema.
Nos seguimos leyendo.
(*) Kike Ponze, periodista, inmigrante en Japón.
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