Annie, una indonesia de 21 años, trabajaba en un pub en Roppongi, Tokio, cuando estalló la pandemia de coronavirus. El número de clientes disminuyó y con ello sus horas de trabajo.
Con sus ingresos reducidos, no podía mantener los pagos que hacía para cubrir una deuda de 2 millones de yenes (17.550 dólares) que había contraído para viajar e instalarse en Japón.
Así las cosas, una japonesa, compañera de universidad, le mostró un sitio en línea que buscaba gente para la práctica denominada papa katsu, mediante la cual mujeres jóvenes salen con hombres mayores a cambio de regalos o dinero en efectivo.
Annie ya no tiene problemas de dinero. La chica tiene tres sugar daddies que ve con regularidad y que le reportan ingresos de 250.000 a 300.000 yenes al mes (2.190 a 2.630 dólares). “Eso es más del doble de lo que ganaba en Roppongi y me toma menos de la mitad del tiempo”, declara a la revista Spa!
La indonesia no solo está pagando su deuda, sino que además ha invertido 700.000 yenes (6.140 dólares) en un negocio de suministro de fertilizantes en su tierra natal, y piensa ahorrar para iniciar un negocio inmobiliario y de construcción.
La entrevista tuvo un final sorpresivo para el reportero, pues la mujer le ofreció un encuentro sexual a cambio de 50 mil yenes (438 dólares). El periodista se rehusó y ya no tiene contacto con la indonesia.
El reportaje, que recoge Japan Today, reseña también el caso de Phem, una vietnamita de 21 años que estudiaba en una escuela de idioma japonés cuando llegó la pandemia.
La joven tenía previsto retornar a su país tras completar sus estudios, pero debido a las restricciones derivadas de la pandemia, se quedó varada en Japón.
Además de estudiar, Phem trabajaba a tiempo parcial en un restaurante vietnamita que cerró por el coronavirus.
Como su dominio del japonés era pobre, no pudo encontrar otro trabajo, hasta que una compatriota le comentó de un sitio en línea de papa katsu y se registró. Así entró en ese mundo.
La joven tiene cuatro sugar daddies. Su idea original, dice, era aceptar un poco de dinero de los ojisan (hombres mayores) por salir a comer o a un karaoke, pero cuando le propusieron acostarse con ellos por más plata, aceptó.
Estos dos casos evidencian que la práctica de papa katsu, agudizada por el brutal impacto económico de la pandemia, también alcanza a algunas mujeres extranjeras. (International Press)
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