Michel Azcueta*
Entre los 10 temas de la demanda nacional que los colectivos ciudadanos de diferentes regiones del país han presentado a los dos candidatos presidenciales y a los congresistas electos de todos los partidos, siempre buscando una gran concertación basada en objetivos mínimos comunes para ser alcanzados por todos los peruanos, creímos necesario introducir el importante tema de las relaciones internacionales, tema prácticamente abandonado, casi inexistente, en los programas de gobierno, en los discursos públicos de los candidatos y hasta en los medios de comunicación salvo una superficial alusión a Venezuela y al chavismo. Y, sin embargo, es imposible vivir, y por tanto, es imposible gobernar en el Siglo XXI, sin considerar las relaciones internacionales.
Si algo caracteriza al Siglo XXI es la globalización generalizada que se da precisamente ignorando las fronteras, las distancias, los idiomas, presente por lo tanto en el Perú al igual que en todas las naciones.
Podemos resumir, aún con el peligro de ser considerado simplista por la importancia y la extensión del tema, las características principales de la llamada globalización en la existencia, a nivel universal, planetario, de cuatro movimientos: movimiento de capital, donde el dinero, las inversiones, las ganancias o las pérdidas se mueven libremente sin tener nacionalidad definida; movimiento de productos, que llegan también a todas partes y cada vez a menos tiempo más allá del lugar donde se han fabricado; movimiento de personas, como nunca antes se había dado en la historia de la humanidad ya sea emigraciones masivas, ya sea con posibilidades de trabajos de nuevo tipo y, también, por turismo (en 2019 se llegó, por primera vez a los mil 400 millones de turistas en un año…); y movimiento de ideas, manifestaciones culturales y tecnologías que, también, no piden permiso para pasar por encima de fronteras. Todos ellos facilitados y magnificados por las tecnologías de la comunicación.
Nadie puede dudar, entonces, la presencia de la globalización y su influencia en la vida diaria de los ciudadanos, en la economía, en la relaciones sociales, en la moda en toda la sociedad y, por supuesto, en el funcionamiento real del Estado, con tanta fuerza que ya no es tarea exclusiva del Ministerio de Relaciones Exteriores sino del conjunto de actores, de los empresarios chicos, medianos y grandes, de los artistas, intelectuales y generadores de cultura, de los deportistas con sus competencias olímpicas y continentales, así como de los científicos, investigadores y médicos, como lo estamos viviendo en estos tiempos de pandemia, alcanzando al conjunto de ciudadanos especialmente a los jóvenes.
Añadiría una quinta característica que ha ido avanzando y abriéndose camino poco a poco a nivel mundial. Me refiero a la solidaridad y a la corresponsabilidad ante los problemas mundiales y cuya solución sobrepasa, una vez más, las fronteras nacionales.
Los Derechos Humanos Universales, los tribunales internacionales de justicia, la preservación del ambiente y la construcción de la paz defendiendo la democracia y condenando las dictaduras, las injusticias que se dan en varios países y que, años atrás, nadie se atrevía a hablar o a intervenir escondiéndose en la teoría de que “son problemas ajenos” por lo que no hay que “entrometerse” en ellos.
Ahora, todos ellos forman parte de la mencionada corresponsabilidad universal, de manera que cuando un país es miembro de dichos organismos internacionales y en ellos se aprueba un acuerdo, ese acuerdo con la aprobación del Congreso de la República se transforma también en Ley Nacional, cosa que algunos no lo entienden o no les gusta o no les conviene.
Extraña, entonces, que los partidos políticos, los candidatos, los dirigentes sociales, los medios de comunicación, los intelectuales y universitarios no den importancia al tema de las relaciones internacionales, manteniendo una miopía general que ha hecho que el Perú, en los últimos años, haya perdido peso y presencia en el ámbito internacional, sin iniciativas concretas, sin propuestas a nivel global, empobreciéndonos todos como sociedad del Siglo XXI.
Si los candidatos presidenciales y congresistas pretenden gobernar, y si la mayoría de ciudadanos demanda cambios profundos en la sociedad, en la economía, en la educación, debemos construir entre todos una política de Estado con prioridades y objetivos de corto, mediano y largo plazo sobre las relaciones internacionales y el papel que el Perú debe jugar en el Siglo XXI.
Nuestra historia ancestral, como una de las cunas de la civilización a nivel mundial, hace que asumamos con fuerza esta obligación de participar con propuestas propias en la marcha de la humanidad.
*Ex Alcalde de Villa El Salvador.
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