El 16 de noviembre, aproximadamente a las 4 a. m., en una parada de autobús en Shibuya, Tokio, Kazuhito Yoshida, un hombre de 46 años, golpeó a una homeless en la cabeza.
La víctima, una mujer de 64 años llamada Misako Obayashi, sufrió una hemorragia subaracnoidea traumática que le causó la muerte, revela Mainichi Shimbun.
El asesino vivía cerca de la escena del crimen. Un día antes de atacarla, vio a la mujer en la parada y le dijo que le daría dinero para que se fuera. Misako se negó y el hombre se enfureció.
Al día siguiente, volvió a la parada con la siniestra intención de golpearla para forzarla a irse. El hombre llevaba una bolsa de plástico con la cual planeaba lastimar a la mujer. Dentro de la bolsa había una botella de plástico que, pensó el sujeto, no sería suficientemente contundente para hacerle daño a la mujer.
¿Qué hizo entonces? Meter piedras en la bolsa para que el golpe fuera más fuerte.
El hombre asegura que nunca imaginó que la mujer moriría y que quería lastimarla para obligarla a irse de la parada.
El asesino trabajaba ayudando en la licorería que su familia posee.
¿Qué se sabe de la víctima?
Que nació en la ciudad de Hiroshima, era soltera y hasta febrero trabajó como cajera en un supermercado. Hasta hace tres años ocupó un apartamento.
Cuando murió, Misako solo llevaba consigo 8 yenes.
La mujer tenía un hermano menor que se mostró perplejo cuando supo que ella era homeless. «No tenía idea de que ella vivía en las calles», dice.
En 2019, el hermano recibió una tarjeta de Navidad de Misako después de 10 años de incomunicación (“¿estás bien?”, escribió ella). La madre de ambos, que vive en un asilo, también recibió una tarjeta.
6 días después de la muerte de Misako, su hermano, que vive en la prefectura de Saitama, visitó el lugar donde la mataron y dejó unas flores.
¿Cómo recuerda el hermano a Misako? Como una mujer vivaz, independiente y práctica que disfrutaba hablar con los demás.
Cuando era joven soñaba con ser presentadora de televisión. No cumplió su sueño, pero llegó a trabajar como maestra de ceremonias en bodas y otros eventos.
“¿Por qué no buscó ayuda?», se pregunta ahora su hermano.
Quizá no la buscó para no molestar. Misako era una presencia habitual -y discreta- en la parada de autobús. A menudo era vista durmiendo allí desde la noche hasta la madrugada, cuando no había servicio. La parada tiene techo y la protegía de la lluvia. Jamás hubo problemas entre los residentes y ella.
Pocos días antes del crimen, una mujer se acercó a Misako para entregarle una chaqueta, bufanda y guantes. «Aunque no los aceptó, tal vez porque no quería causar molestias a otras personas, me saludó con una sonrisa”, recuerda. (International Press)
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