La respuesta japonesa al COVID-19, aunque con errores, «es buena»

Hospital japonés

Japón parece estar logrando el control del COVID-19 en base a una estrategia integrada en base a la evidencia, dijo Andy Crump, consultor del Instituto de Investigación Medical Governance y profesor visitante de la Universidad Internacional de San Lucas en Tokio.

Aunque puede verse una estrategia relativamente exitosa, ésta no está exenta de riesgos, sobre todo por la mala gestión en los niveles de gobierno local, lentitud en el gobierno central y desafortunado control de seguridad sanitaria entre el personal médico y de enfermería en los hospitales.


Desde principios de febrero hasta el miércoles de esta semana, Japón ha realizado 188.000 pruebas de coronavirus PCR, 15.854 de los cuales dieron positivo.

De ellos 5.162 necesitaron tratamiento hospitalario y 259 tienen síntomas graves con necesidad de ventiladores mecánicos o cuidados intensivos. Unos 9.851 fueron dados de alta y 668 han fallecido.

Crump sostuvo que a pesar de las muertes las cifras de Japón “son la envidia de la mayoría de países afectados por el coronavirus naciones, incluso China”.


Con la experiencia de China y el crucero Diamond Princess, Japón concluyó que las infecciones estaban relacionadas a ciertos “esparcidores” del virus lo que resultó en grupos de infección.

Japón está aplicando la estrategia del “Test-Trace-Treat”, o TTT basada en clúster o grupo. Una vez que un individuo infectado era identificado cada grupo de infección es rastreado hasta la fuente original y todos los miembros de su grupo de infección son aislados y tratados según sea conveniente.

De esta manera no se requieren hacer pruebas generalizadas y se ahorra ingentes recursos de dinero y personal.


La primera vez que se puso en funcionamiento el sistema fue en Hokkaido, en febrero. Una intervención TTT basada en clúster junto con el cierre de rutas de transporte y una solicitud de permanencia en cada, contuvo el brote.

Crump cree que también pudieron haber influido en el control de la expansión otros factores. El principal virus de SARS-CoV-2, que circulaba en Japón y la mayor parte de Asia oriental, era una cepa de tipo B, menos virulenta.


LAS 4 PRUEBAS PCR POR PACIENTE

Aunque en general se aceptaba que cada portador, en promedio, infectaba a otras dos personas, los expertos japoneses concluyeron que las personas infectadas en Japón solo estaban contagiando el virus a una persona.

Otro tema que ha influido es el protocolo impuesto por Japón para la prueba PCR, el test molecular del virus: cualquier prueba positiva debe ser confirmada por una segunda prueba. Además, los pacientes dados de alta deben dar antes negativo en dos pruebas con diferencia de 24 horas.

En consecuencia, cada paciente con COVID-19 requiere al menos cuatro pruebas PCR. Según cifras del Instituto Metropolitano de Salud Pública de Tokio, se realizaron 48.011 test de este tipo a 13.649 personas con un promedio de 3,5 veces por cada una de ellas.

LOS PATRONES JAPONESES

También ha contribuido a los buenos resultados de Japón, el concepto de las “3 C”, es decir evitar espacios: cerrados con poca ventilación, de mucha concentración de personas y lugares con contactos cercanos entre personas.

Pero se atribuye también buena influencia a los patrones de comportamiento y etiqueta japoneses, como llevar mascarillas y poco contacto físico comunitario, como darse la mano o besar las mejillas.

Las conversaciones animadas y ruidosas en los trenes llenos se consideran de mala educación y evitarlas minimiza el efecto aerosol de las gotas infecciosas.

Haber solicitado el cierre de karaokes, salones de concierto en vivo y cabarets, donde el público se libera y se acerca en el cara a cara, ha servido para controlar los principales focos de infección en Japón.

La acción en conjunto de estas iniciativas ha ayudado a mantener bajo el recuento de casos y mantener un grado normal de actividad comercial y económica, aunque se haya pedido a los salaryman trabajar desde casa.

La disponibilidad de camas hospitalarias está jugando un papel importante en la previsión ante el virus. La Ley de Enfermedades Infecciosas de Japón exige internar a todas las personas, tengan síntomas o no, de una enfermedad de Categoría II, como se clasificó al COVID-19.

Al aplicar esta política, los hospitales japoneses se desbordaron y amenazaron “el excelente sistema de salud de la nación”, dijo Crump.

Afortunadamente las prefecturas reaccionaron con sentido práctico y reservaron habitaciones de hotel y otras instalaciones para aislar a los pacientes no graves. Los hospitales quedaron libres para los graves.

Ahora, Japón tiene 31,289 camas dedicadas para COVID-19 que tienen una ocupación de solo 17,1%.

LOS ERRORES DEL PLAN JAPONÉS

El otro problema que el país quiere reducir al mínimo es el desconocimiento de las rutas de infección, que se han amenazado las medidas adoptadas en Tokio, Kanagawa y Hokkaido.

El éxito de la estrategia del TTT basada en clúster, requiere de pequeños ejércitos de profesionales especializados para encontrar contactos y probar rutas de contagio en 24 horas.

Japón disponía de 55.000 empleados de los Centros de Salud Pública para ese trabajo, pero se confirmó que no estaban capacitados para el rastreo de enfermedades infecciosas y así comenzó la transmisión comunitaria en varias partes del país.

También se ha corroborado que los hospitales carecen de expertos en enfermedades infecciosas. Hasta 2018 solo había 531 especialistas en todo Japón.

Al mismo tiempo, las autoridades japonesas fracasaron en su tarea de proteger a su personal de salud en los centros hospitalarios. Médicos y enfermeros pronto quedaron sin reserva de equipos de protección, desinfección, entre otros.

Escasearon los guantes, las mascarillas faciales, viseras, cubiertas para la cabeza y hasta las gafas y las batas impermeables y cubiertas para zapatos.

la falta de suministros adecuados contribuyó a las malas prácticas en los hospitales japoneses y el alto nivel de transmisión nosocomial.

Andy Crump, consultor del Instituto de Investigación Medical Governance

Un equipo médico necesita entre 14 a 15 juegos de seguridad personal por paciente al día. Si éste es grave, se necesita como mínimo de 15 a 24 juegos.

El consultor del Instituto de Investigación Medical Governance, dijo la falta de suministros adecuados contribuyó a las malas prácticas en los hospitales japoneses y el alto nivel de transmisión nosocomial.

Solo en el Hospital Eiju en Tokio hubo 187 infectados, 44 de ellos era personal médico.

En abril, al menos 11 hospitales importantes en Japón informaron sobre brotes significativos de coronavirus.

Aun así, y pese a tener una sociedad muy envejecida, ciudades densamente pobladas y habiendo tenido tantos turistas chinos (925.000 en enero), el número de infectados reportados no ha llegado ni por asomo a los niveles de EEUU, Europa y Latinoamérica.

Crump, sostiene que a pesar de los sombríos pronósticos de los políticos japoneses, y especialmente de los medios de comunicación extranjeros, “el estado de Japón respecto al COVID-19 sigue siendo bueno”.

“Los pronósticos del aumento de casos no se ha materializado y, por el contrario, el número de nuevos contagios ha tenido una tendencia a la baja desde principios de abril”, manifestó.

“Es imposible predecir qué sucederá ahora, pero un análisis objetivo y racional de los datos indica que el modelo de Japón para abordar el COVID-19 para ser sólido y práctico”, concluyó el consultor estadounidense. (International Press)

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