El 9 de octubre de 2018, a Andre Kussunoki, un brasileño detenido en un centro de inmigración en Tokio, le dijeron que sería trasladado a otro centro, en la prefectura de Ibaraki.
El hombre se rehusó y seis oficiales de inmigración tuvieron que doblegarlo por la fuerza para llevarlo hasta Ibaraki.
Kussunoki, de 33 años, ha entablado una demanda al gobierno de Japón por el uso de la violencia y exige una compensación de 5 millones de yenes (46 mil dólares), revela Kyodo.
El sudamericano sostiene que los oficiales de inmigración se excedieron en el uso de la fuerza física, que esta era innecesaria y que equivalía a una agresión.
Pese al tiempo transcurrido, Kussunoki asegura que aún tiene dolor y que no puede levantar el brazo.
Kyodo tuvo acceso a documentos internos de inmigración que dicen que cuando los oficiales intentaron trasladar al brasileño al centro de Ibaraki, el hombre se resistió a la orden y se encerró en el baño.
Seis oficiales lo sacaron del baño, lo tiraron al suelo y lo esposaron.
Tras ser neutralizado, el hombre dijo que le dolía el hombro izquierdo y sus dedos sangraban. Finalmente, fue llevado al centro de Ibaraki, donde un médico le diagnosticó una lesión en el hombro.
El brasileño sostiene que pese a que había dejado de resistirse, los oficiales siguieron empleando la fuerza física.
Kussunoki solicitó a los funcionarios de inmigración que le explicaran la razón de su traslado. Ellos le respondieron que no tenían por qué darle explicaciones.
El brasileño dice que no entiende por qué los oficiales actuaron con violencia, “cuando todo lo que tenían que hacer es explicar».
La Agencia de Servicios de Inmigración dijo que la fuerza física empleada contra el detenido fue la “mínima necesaria” para obligarlo a cumplir con la orden. (International Press)
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