Antonio Hermosín / EFE
La empresa nipona Takata se declaró el lunes en bancarrota, lo que pone fin a una larga agonía financiera derivada del escándalo global de sus airbags defectuosos y constituye la mayor quiebra de una compañía japonesa hasta la fecha.
La empresa ha solicitado protección legal en un tribunal de Tokio, así como en Estados Unidos para su filial TK Holdings, y emprenderá ahora un proceso de reestructuración bajo la tutela de la también estadounidense Key Safety Systems, que se hará con el control del fabricante nipón.
La empresa cifró sus obligaciones de pago en 380.000 millones yenes (3.043 millones de euros ó 3.409 millones de dólares) el pasado marzo, aunque su deuda real triplicaría esa cantidad al incluir el coste de la llamada a revisión de más de 42 millones de vehículos en todo el mundo debido a sus airbags defectuosos.
Takata, uno de los principales fabricantes mundiales de airbags y sumida en números rojos desde 2014, ha protagonizado así la quiebra más sonada de una empresa nipona de la historia, además de la mayor llamada a revisión nunca vista en el sector del motor.
El origen de sus problemas es un fallo en la fabricación de sus airbags, ignorado por la compañía pese a que lo detectó en 2005 y por el que ahora afronta multas multimillonarias de las autoridades estadounidenses, además del coste inasumible de sustituir todos los dispositivos defectuosos y compensar a los fabricantes involucrados.
El defecto de fabricación puede causar que el airbag se abra con demasiada fuerza y proyecte fragmentos a los ocupantes, lo que se ha ligado al menos a una quincena de muertes en varios países y afecta a vehículos de 19 de fabricantes de todo el mundo.
Con su declaración de quiebra, Takata pretende facilitar la reestructuración de la deuda y eludir la insolvencia al tiempo que continúa con sus actividades, explicó en rueda de prensa Shigehisa Takada, presidente de la empresa y nieto de su fundador, Takezo Takada.
El directivo pidió disculpas a sus acreedores precedidas por una larga reverencia en su comparecencia ante los medios, y añadió que la empresa desea mantener a la mayoría de sus 60.000 empleados en todo el mundo y sus plantas.
Takada adelantó que toda la cúpula directiva dimitirá una vez que se apruebe el calendario para la reestructuración de la deuda, un proceso que podría alargarse hasta el primer trimestre de 2018.
Key Safety Systems, la firma estadounidense filial de la china Ningbo Joyson Electronic, abonará 175.000 millones de yenes (1.404 millones de euros ó 1.572 millones de dólares) para hacerse con el control de Takata, mientras que el banco nipón Sumitomo Mitsui financiará parte de la reestructuración.
El Gobierno nipón, por su parte, ha creado una «red de seguridad» para evitar que la quiebra afecte a las 130 empresas nacionales de pequeño y mediano tamaño que trabajan como proveedores de Takata, según dijo el ministro de Economía, Comercio e Industria, Hiroshige Seko, en declaraciones recogidas por la agencia local Kyodo.
Tras el anuncio de Takata, el regulador de la Bolsa de Tokio congeló sus acciones y anunció que dejará de cotizar a partir del martes, después de que los títulos acumularan una caída cercana al 80 % desde mediados de mes y un 95 % desde que las llamadas masivas a revisión comenzaran en 2014.
Takata vio la luz como un negocio textil familiar en la prefectura de Shiga (oeste de Japón) en 1933, y tras sus comienzos fabricando líneas estáticas para paracaidismo, en la década de los años cincuenta empezó a manufacturar cinturones de seguridad para automóviles y se convirtió de inmediato en líder del sector nipón.
En la década de los ochenta dio el salto al mercado global, y diez años más tarde comenzaría a producir airbags y se erigiría en uno de los líderes mundiales junto a las estadounidenses Delphi y TRW o la sueca Autoliv.
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