La cena de este fin de semana entre el presidente de EE.UU., Donald Trump, y el primer ministro nipón, Shinzo Abe, en el selecto club de playa de Mar-a-Lago (Florida) se convirtió en un espectáculo para miembros y clientes, que asistieron a la gestión de una crisis mundial entre mojitos y palmeras.
A diferencia de otros mandatarios, Trump no ha trasladado sus asuntos de Gobierno al ambiente informal pero privado de Camp David u otras discretas propiedades.
El magnate ha optado por convertir Mar-a-Lago, propiedad del conglomerado empresarial de la familia Trump, en su «Casa Blanca de invierno», sin mantenerse a distancia de los miembros del lujoso complejo hotelero, que han pasado a pagar de 100.000 dólares al doble por pertenecer a ese exclusivo club.
La noche del sábado, la que se suponía que era una «cena de trabajo» con Abe se convirtió a los pocos minutos en un gabinete de crisis improvisado por el que sobrevolaba una algarabía de asesores, diplomáticos, traductores, camareros, novias y millonarios miembros del club de la localidad floridana West Palm Beach.
El ensayo del régimen comunista norcoreano de un misil de medio alcance que recorrió unos 500 kilómetros en dirección al Mar de Japón (Mar del Este) obligó a Trump y Abe a alejarse de los chascarrillos (en la mesa estaban acompañados de sus esposas, Melania y Aki, respectivamente, y por el dueño del equipo de fútbol New England Patriots, Bob Kraft) para gestionar la respuesta a la provocación norcoreana.
Asesores, miembros del Consejo de Seguridad Nacional y de ambos equipos de Gobierno comenzaron a distribuir documentos con información sensible esquivando a comensales y camareros, según han explicado testigos en las redes sociales o a medios como CNN.
A causa de la tenue luz de las velas, los asesores de Trump o de Abe tuvieron que utilizar las luces de sus teléfonos (dispositivos vulnerables a piratas informáticos) para discernir informes clasificados, mientras Trump atendía el teléfono o comentaba el transcurrir de la crisis.
Richard DeAgazio, financiero retirado y uno de los miembros de Mar-a-Lago, se encontraba cenando cuando comenzó a percatarse del revuelo en la mesa del presidente y a tomar nota para sus seguidores de Facebook.
DeAgazio compartió varias fotos del caos que ocasionó el lanzamiento norcoreano, impresionado por lo «fascinante» que es ver una crisis internacional desplegarse en la terraza de Mar-a-Lago, algo que suele suceder a puerta cerrada, en salones reservados y repletos de medidas de seguridad y secretismo.
El asistente explicó cómo posteriormente Abe y Trump con sus respectivos equipos se trasladaron a una habitación, para poco después montar una apresurada declaración ante la prensa para condenar el lanzamiento norcoreano, que, según el Pentágono, muestra avances en la tecnología de misiles del régimen de Kim Jong-un.
Abe denunció la provocación de Corea del Norte como algo «absolutamente intolerable», mientras que Trump, que según imágenes tomadas por la prensa tenía preparadas unas declaraciones precisas y detalladas sobre tecnología balística y sanciones de Naciones Unidas, se limitó a tomar el micrófono para asegurar que respaldaba a Japón al «cien por cien».
Tras la extraña comparecencia, Trump no se retiró a departir con su asesor de seguridad, Michael Flynn, o el jefe de estrategia, Steve Bannon, presentes en la cena, sino que ni corto ni perezoso se dirigió al baile de la boda de Vanessa Jane Falk y Henry Lindner.
Ambos celebraban su matrimonio en Mar-a-Lago y Trump, que técnicamente aún es propietario del complejo, aunque no gestor, se acercó a felicitar a los recién casados y conminar a los eufóricos asistentes a volver a la pista de baile.
Mientras tanto, DeAgazio componía otra foto curiosa para su perfil de Facebook -borrado hoy de la red social- con «Rick», que según el jubilado financiero era el encargado de pasear por la verbena el maletín con los códigos para que el presidente pueda lanzar armas nucleares.
La líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, aseguró hoy que «no hay excusas para dejar que una crisis internacional se desarrolle frente a un montón de miembros de un club de campo como si fuera una cena teatral». EFE
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