El seísmo de 7,4 grados que golpeó el noreste de Japón el martes provocó en las dos centrales nucleares de Fukushima pérdidas de agua en sus piscinas de combustible gastado, lo que subraya los riesgos que encaran estas instalaciones en esta región con gran actividad sísmica.
En la planta de Fukushima Daini, donde el temblor provocó la parada temporal de una bomba en un sistema de refrigeración, se han detectado charcos de agua radiactiva dentro de los edificios de los reactores 2,3 y 4.
Estos charcos «probablemente se han formado a partir de agua que se salió de las piscinas de combustible gastado durante el terremoto», confirmó a Efe una portavoz de la empresa propietaria y operadora de la planta, Tokyo Electric Power (TEPCO).
La empresa ha explicado que no existe riesgo de que el agua radiactiva, aproximadamente unos 500 litros repartidos entre los tres edificios, salga al exterior.
Por otra parte, en la central de Fukushima Daiichi, escenario del peor accidente nuclear en años tras ser golpeada por el terremoto y tsunami que arrasó esta región en 2011, se detectó un charco mucho menor, de «2 por 3 metros», junto a la piscina común de combustible gastado y aparentemente provocado por el temblor.
El seísmo del pasado martes revivió los temores a que se repitiera una tragedia como la de 2011, ya que activó la alerta de tsunami y provocó una subida del mar de hasta 1,40 metros.
Este es el nivel más alto que ha visto el país desde el devastador tsunami de 2011 que dejó más de 18.000 muertos y desaparecidos y provocó en Fukushima Daiichi el peor desastre nuclear desde el de Chernóbil en 1986.
A raíz de dicho accidente todas las centrales atómicas del país, a excepción de la de Sendai (en el suroeste), permanecen desactivadas.
La de Daiichi encara además un largo y complejo proceso de desmantelamiento de entre tres y cuatro décadas ya que tres de sus seis reactores sufrieron fusiones del núcleo.
Las emisiones y vertidos resultantes del desastre de Daiichi aún impiden que miles de personas que vivían junto a la central puedan volver a sus casas y han afectado gravemente a la agricultura, la ganadería o la pesca, además de a otros sectores de la economía local. (EFE)
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