Por Jorge Barraza
Más equipos, más partidos, calendario extendido, nuevo reparto de cupos… A partir de 2017 tendremos una renovada Copa Libertadores. Existe en el ser humano una natural resistencia al cambio, exacerbado en el caso del fútbol. Hinchas y periodistas deportivos son renuentes a las modificaciones, especialmente de los torneos. Siempre protestan. Si se les hiciera caso, se jugaría como en 1930. Sin embargo, está comprobado que los cambios son buenos. Basta recordar la desangelada Eliminatoria en grupos de tres equipos o el acotado Mundial con apenas 16. No tenían el atractivo ni la repercusión de los actuales.
La Libertadores comenzó con 7 participantes en 1960. Experimentó su primera variante sustancial en 1966 cuando a los campeones se les sumaron los subcampeones. Entonces el torneo cobró vigor y entró en esplendor. En 2000 la Copa tomó un giro revolucionario: pasó de 21 a 32 equipos, ingresaron directamente los clubes mexicanos, el campeón pasó a jugar desde el inicio y no desde semifinales, se cambió el sistema de disputa, también la distribución de cupos y se unificó la comercialización de la TV y la publicidad estática. En el medio hubo cantidades de correcciones y novedades menos rimbombantes. Se pasó de jugar en el segundo semestre al primero, se eliminó el desempate en la final, se implementaron los penales para definir, el gol de visitante, se asoció el nombre a una empresa (Toyota)…
La Conmebol introdujo en la reunión del 2 de octubre en Bogotá nuevas pautas que llevan la competencia a otra era. Lo más significativo de lo que viene: la Copa se jugará a lo largo de todo el año, de febrero a noviembre. Es positivo, esto permitirá a los clubes espaciar más sus compromisos coperos y no descuidar los campeonatos locales. Está decidido, también, aunque no se implantará todavía en 2017, jugar la final en un solo partido y en país neutral, lo cual jerarquizaría notablemente la definición, elevándola al plano de gran acontecimiento, para los contendientes y también para la ciudad anfitriona, como sucede en Europa con la Champions (de allí se toma la de idea). Una final con esas características sería muy apetecible comercialmente y aumentaría los ingresos. Pero implementarla requiere un profundo análisis logístico y por ello se pospuso para más adelante. Podría ser en 2018.
«El fútbol sudamericano produce los mejores jugadores del mundo y cuenta con las hinchadas más apasionadas. Sin embargo, en las últimas décadas hemos visto un declive en nuestro desempeño deportivo».
De 38 equipos hasta hoy, la reina de nuestras competencias pasará a tener 44, lo cual subirá el número de partidos de 138 a 150 (la TV exige cada vez más juegos para venderlos). El modelo de competencia no se altera desde la instancia de grupos en adelante, pero la actual primera fase en la cual de 12 conjuntos se eliminan 6, se duplicará. Entrarán 16 participantes, en un primer corte (a partido y revancha) quedarán 8 y en un segundo turno se reducirán a 4, los cuales se agregarán a los 28 ya clasificados en los grupos.
Diez de los clubes eliminados de la Libertadores se sumarán a la Copa Sudamericana, que también abarcará su disputa a lo largo del año. Ellos serán los 8 terceros (uno de cada zona) y los 2 mejores de las primeras fases.
Se agregarán 6 plazas nuevas. Una directa para el campeón de la Copa Sudamericana (que ya clasificaba, pero ahora no ocupará uno de los lugares asignados a su país, sino que será aparte); 2 a Brasil, 1 a Argentina, 1 a Chile y 1 a Colombia. “Esta asignación -dice el comunicado de Conmebol- fue definida de forma unánime por el Consejo Ejecutivo con base en un análisis técnico, entre los cuales se contemplaron criterios comerciales y deportivos, incluyendo el número de equipos representados relativo a la población total y el tamaño del mercado, entre otras”.
Parece perfecto un lugar para Colombia, debido al título obtenido por Atlético Nacional y por los buenos desempeños en los últimos años en general, y por ser una plaza fuerte. Muy justo un cupo más para Argentina, el país con más títulos (24) y animador estelar cada año desde la creación de la Copa. Además, en Argentina se juega a estadio lleno siempre. Discrepamos con Chile, que tiene una sola corona (Colo Colo 1991) y hace 25 años no cumple papeles destacados. Su selección ha sido bicampeona de la Copa América, pero esto es fútbol de clubes, otra cosa. Deportivamente, no ha hecho méritos. Como mercado, Chile es el sexto país en número de habitantes, a mucha distancia de Brasil, Colombia, Argentina, Perú y Venezuela. Ninguna empresa chilena patrocina la Copa Libertadores. Y la asistencia de público en los partidos coperos de los representantes chilenos no son mejores ni siquiera que las de Uruguay. No hay justificación de ninguna índole.
También parecen excesivas las dos nuevas plazas para Brasil. Históricamente ha reunido 17 campeones. Desde el año 2000, cuando se cambió el formato y se amplió la Copa, los títulos fueron 7 para Argentina, 7 para Brasil, 2 para Colombia, 1 Paraguay y 1 Ecuador. Como mercado, indiscutiblemente, Brasil es el más poderoso de los diez debido a su población de 207 millones; por ese lado puede hallarse una razón. Tal vez hubiese sido más equitativo darle uno de esos boletos al equipo mejor clasificado de los otros 7 países, que así tendrían un alto incentivo para mejorar sus prestaciones. Incluso el cupo de Chile (indudablemente político, porque nada lo amerita) podría haberse destinado al subcampeón. Si un equipo llega a la final viniendo desde la primera fase, como ocurrió con Estudiantes en 2009 o Independiente del Valle este año, habrá disputado 18 encuentros. Un mérito enorme, aunque no se lleve el premio mayor. Estaría bien compensarlo con una nueva participación al año siguiente.
Hay medios que no tienen una gran historia en la Libertadores y deberán luchar ahora con mayor desventaja para escribirla. Existen otros con mucha gloria, como Uruguay, al cual esta nueva versión de la competencia lo desprotege completamente. “Dale un beso y cerrá el cajón, para nosotros la Copa murió”, escribió un aficionado uruguayo. Con 7 brasileños, 6 argentinos y 4 colombianos, así sean Nacional o Peñarol, deberían lograr una hazaña para volver a levantar el trofeo.
“El fútbol sudamericano produce los mejores jugadores del mundo y cuenta con las hinchadas más apasionadas. Sin embargo, en las últimas décadas hemos visto un declive en nuestro desempeño deportivo, sufrido grandes fugas de talento y perdido seguidores frente a otros mercados. Estas mejoras buscan elevar la calidad de nuestros torneos para generar más ingresos que nos permitan invertir más recursos en el desarrollo del fútbol, en todos sus formatos, y cerrar la brecha económica que viene socavando nuestra competitividad deportiva”, señaló el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, al explicar las modificaciones.
Para que las figuras sudamericanas puedan permanecer en el continente se necesitan premios realmente atractivos. Que el campeón se lleve 25 millones de dólares, por ejemplo. Entonces sí, muchos querrán hacer el esfuerzo de retener a los cracks para alcanzar ese olimpo que es ganar la Copa.
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